Por María Josefina Arce
El Fondo de la ONU para la Infancia estima que la tasa de deserción escolar en el mundo entre niños de seis a 15 años se ha mantenido estancada en la última década, a causa de los niveles generalizados de pobreza, los conflictos prolongados y las complejas emergencias humanitarias.
De acuerdo con el informe unos 123 millones de niños comprendidos en esa edad están fuera de la matrícula escolar, lo que representa un 11, 5 por ciento de ese grupo etario.
América Latina no escapa a esta problemática. En la región casi 4 de cada 10 de los estudiantes no termina la escuela secundaria, al tiempo que persiste la brecha entre ricos y pobres en el acceso a la educación.
Los datos, revelados por el Banco Interamericano de Desarrollo, evidencian que el 80% de los estudiantes con mayores recursos económicos se gradúan en América Latina, mientras que tan solo el 30% de los jóvenes con menores recursos logran alcanzar el mismo nivel.
Nicaragua en las décadas de gobiernos neoliberales presentaba un panorama similar. La deserción escolar alcanzaba el 15 por ciento, siendo esta problemática más visible en las zonas rurales.
De ahí que al retornar a la presidencia en 2007 el Frente Sandinista de Liberación Nacional se dio a la tarea de trabajar para revertir esa situación. El gobierno que preside Daniel Ortega ha implementado una serie de programas sociales encaminados a ampliar la cobertura educativa, pero también a disminuir la pobreza, una de las causas de que los niños y jóvenes no acudan a las escuelas.
Es así que además de dotar a las familias nicaragüenses de medios para mejorar su economía, con la entrega de créditos, semillas, animales y vivienda, se ha ido a la atención directa de los educandos.
El gobierno entrega de manera gratuita uniformes, zapatos y materiales para el aprendizaje como libros de texto. Igualmente miles de estudiantes y maestros de las zonas rurales de Nicaragua han recibido bicicletas para facilitar su traslado a la escuela y combatir la deserción escolar.
En la permanencia en las aulas ha incidido de manera especial la merienda escolar, un proceso en el que también colabora la familia. Una encuesta sobre este programa social arrojó que el 90% de los Padres de Familia se organizan y asumen procesos para preparar los alimentos; mientras en otros casos complementan con algunos productos la merienda.
Desde este martes las autoridades sandinistas han incorporado una nueva iniciativa la entrega de un bono solidario complementario a los bachilleres que hayan culminado satisfactoriamente sus estudios en la enseñanza media.
Este reconocimiento, que contribuye en el rendimiento académico y la retención escolar, comenzó a distribuirse por los departamentos de Managua, León, Chinandega, Masaya, Granada, Carazo y Rivas y se hará extensivo a todas las regiones del país centroamericano.
El bono solidario es recibido por los educandos como un estímulo para aprobar sus asignaturas y proseguir con sus estudios superiores, además de constituir un apoyo para las familias, puesto que cubre determinados gastos escolares y de promoción.
El gobierno sandinista se ha esforzado y buscado opciones para que cada niño y joven nicaragüense no solo tenga acceso a la educación, sino para que complete sus estudios.
De hecho para el curso 2018 está inscripto hasta el momento 91, 8 por ciento de la meta de las autoridades que es de 100 por ciento de los niños y jóvenes en edad escolar.