Por Guillermo Alvarado
A pesar de los avances en los últimos 20 años con los tratamientos antirretrovirales, que prolongan la vida de los pacientes afectados por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana, VIH, causante del sida, este es un problema de salud que todavía causa numerosas muertes en muchos países del mundo, de manera particular en los menos desarrollados.
Luego de que la pandemia, calificada como “la peste del sigloXX” alcanzó su nivel más alto entre 1996 y 1998, cuando se situó como la principal causa de fallecimientos, por encima del cáncer, los accidentes y los suicidios, el descubrimiento de potentes terapias combinadas logró contener su avance.
Los portadores del virus demoran más en desarrollar la enfermedad, el síndrome de la inmunodeficiencia adquirida, a tal punto que muchos ya no la consideran un padecimiento mortal, sino crónico y su letalidad ha bajado casi al mismo rango de la diabetes.
Esto es verdad, pero lamentablemente sólo para una parte del mundo, el más desarrollado donde están quienes pueden beneficiarse con un tratamiento que es muy caro, de complicada administración y que implica numerosos riesgos debido a su toxicidad y la eventual disminución de su eficacia por la resistencia del VIH.
En la otra parte del planeta, donde vive la mayor parte de los seropositivos, las cosas son muy diferentes porque una gran parte de los infectados están fuera de los beneficios de los antirretrovirales, fundamentalmente por al elevado precio impuesto por los grandes laboratorios que los fabrican.
En África, por ejemplo, el sida es todavía la principal causa de muerte y cientos de miles fallecen sin llegar a saber que sufren este mal ante las deficiencias en los pesquisajes y la precariedad de los servicios de salud.
Un caso especial lo constituye Sudáfrica, donde está el 19 por ciento de los portadores del virus de todo el mundo, el 15 por ciento de los nuevos contagios y el 11 por ciento de los fallecimientos.
A pesar de un panorama devastador, desde 2010 un programa financiado en 80 por ciento por el gobierno ha logrado una impresionante reducción de las infecciones en 49 por ciento y de fallecimientos casi en 30 por ciento.
Lamentablemente en el resto de ese continente y en varios países asiáticos la situación es muy diferente, sobre todo por la reticencia de las potencias industrializadas a realizar aportes financieros significativos y la voracidad de las transnacionales farmacéuticas.
En Cuba el ciento por ciento del tratamiento a los portadores del VIH y a quienes desarrollaron el sida es totalmente gratuito, igual que el resto de los servicios de salud, y es importante señalar que a pesar de ser un país pobre y bloqueado, fue el primero en reducir a cero la transmisión madre-hijo de esta enfermedad.
En este Día Mundial contra el Sida es importante recordar que se trata de una enfermedad que no tiene cura, que a la postre sigue matando, que los países ricos no podrán dormir con la conciencia tranquila mirando morir a tanta gente que podría prolongar su vida con un poco más de generosidad y que la prevención es la mejor manera de evitar más víctimas y sufrimientos.