Por: Guillermo Alvarado
La campaña electoral para los comicios presidenciales, legislativos y municipales de México comenzó ya a sufrir los efectos de la guerra sucia, en este caso dirigida hacia el candidato que suma más intención de voto en los sondeos de opinión, Manuel Andrés López Obrador, propuesto por una coalición de organizaciones progresistas.
El dirigente del Movimiento Regeneración Nacional, MORENA, apoyado por el Partido del Trabajo y el grupo Encuentro Social, marcha a la cabeza en las distintas encuestas, con una amplia ventaja sobre Ricardo Anaya, del conservador Partido Acción Nacional, PAN, que está segundo, y el empresario José Antonio Meade, del Partido Revolucionario Institucional, PRI, agrupación que es la que durante más tiempo ha gobernado en el país latinoamericano, pero que ahora aparece casi fuera de cualquier opción.
En una nación donde la política suele ser un juego sucio, no es de extrañar el inicio de campañas de difamación contra López Obrador, que basa sus propuestas en la lucha contra la corrupción, uno de los flagelos más graves que sufre esa sociedad, junto con la guerra contra, y entre, las bandas del narcotráfico y otras formas del crimen organizado, que ha costado cientos de miles de vidas y desaparecidos.
En días recientes circularon llamadas telefónicas, sobre todo en el estado de Puebla, denunciando que el candidato de la izquierda en caso de ganar la presidencia, le entregaría el petróleo mexicano a Rusia.
Con agudo humor negro, algunos han respondido a estar versiones diciendo que no hay nada de que preocuparse porque México no tiene petróleo. Enrique Peña Nieto, dicen, ya se lo entregó a Estados Unidos.
Bromas aparte, hay que recordar que hablamos de un país donde el fraude electoral es cosa habitual y que hay factores más allá de la política que influyen en los resultados. El más grave sin duda es la influencia del narcotráfico, que financia campañas, compra candidatos y votos o, sencillamente, impide ir a los colegios electorales a la población de las zonas donde ejerce el control.
Se trata de la llamada narcopolítica, que generalmente favorece a los partidos de derecha y extrema derecha, entre ellos el PAN y el PRI, que en sus últimas administraciones no han hecho todo lo posible por evitar la expansión del crimen organizado.
Por eso, más allá de las encuestas, López Obrador deberá realizar una intensa campaña en todos los puntos del territorio para convencer a los ciudadanos de que existen otras opciones en México, más allá de la corrupción y la violencia, para disfrutar de un país estable, seguro, próspero y justo, algo que en estos momentos es sólo un espejismo para la mayoría de la población. FIN