Por: Roberto Morejón

Las ferias del libro en Cuba constituyen un elogiable empeño por rescatar el hábito de la lectura y acercar a jóvenes y sus familias a lugares de legítimo esparcimiento cultural.

La vigesimoséptima convocatoria de ese tipo de encuentro convertido en anual desde el año 2000 fue un suceso de público en su fase de La Habana, con más de 400 mil participantes, entre ellos muchos jóvenes, adolescentes y niños.

Las ofertas literarias, conferencias y presentaciones de artistas encarnaron los puntos fuertes del encuentro, aunque las familias y otros asistentes hallaron también la forma de calmar la sed, en áreas soleadas de la Fortaleza de la Cabaña.

La muestra se reafirmó como uno de los hechos culturales más significativos del país, pues además de su gran despliegue en La Habana, las restantes provincias contarán con las mismas facilidades.

Llamó la atención el número de ventas de libros, con más de 50 mil por encima de la cifra del año anterior, y la alta demanda de acceso a publicaciones digitales, como una señal de la amplitud de las nuevas tecnologías en Cuba.

NO obstante, esfuerzos colosales como este que implican notables recursos humanos y materiales deben complementarse con la labor suplementaria de padres, maestros y medios de difusión masiva.

Resulta necesario darle continuidad a tan revelador hecho cultural de manera de seguir atrayendo a las nuevas generaciones a tan sano ejercicio para el intelecto.

Cuba NO es ajena al alejamiento de niños, adolescentes y jóvenes de los libros impresos, ante la irrupción de los artilugios de la era moderna.

Resulta habitual ver a adolescentes absortos en sus juegos en los Tablet, mientras pocos llevan un libro bajo el brazo.

Representantes de los segmentos de edad más lozana ocupan todo su tiempo ocioso en la música, desafortunadamente a veces de pobre o ninguna calidad.
El Estado cubano enfatiza en la organización de alternativas culturales que enriquezcan el espíritu aunque la limitación de recursos impide concretar todos los empeños.

En consecuencia, es perentorio aprovechar la influencia de las ferias e incrementar todo el año la promoción de la lectura, interpretación y debate sobre temas expuestos por los autores de los volúmenes, en dependencia del nivel escolar.

La mercantilización del arte y la literatura, el “disfrute” de productos de cuestionable valor y la vulgaridad son flagelos extendidos en el mundo y contra esa influencia negativa deben luchar las sociedades en general, incluyendo la cubana.

Para lograrlo se requiere de proyectos como las ferias del libro y otras iniciativas a fin de contar con mejores ciudadanos.