En contra de la mayoría de los pronósticos, el candidato por el Partido Acción Nacional, PAC, Carlos Alvarado, se convirtió en el presidente electo de Costa Rica al arrasar prácticamente en la segunda vuelta de los comicios de este domingo y dejar fuera al presunto favorito, el predicador evangélico Fabricio Alvarado.
Con una eficiencia digna de elogio, el Tribunal Supremo de Elecciones sólo necesitó dos horas a partir del cierre de las urnas para ofrecer resultados irreversibles. Con el 95 por ciento de los votos escrutados, el aspirante del PAC lograba un millón 275 mil sufragios, el 60,8 por ciento, muy por encima de su rival que quedó con poco más de 800 mil boletas a su favor, es decir el 39,2 por ciento.
El resultado es sorprendente porque en la primera vuelta Carlos Alvarado no llegó al medio millón de votos y pocos días antes de los comicios sólo una encuesta realizada por la Universidad de Costa Rica, donde él es docente, lo daba como ganador.
Esto sin duda alguna tiene que ver con la posición conservadora en extremo de su contrincante, de manera particular en temas como el matrimonio igualitario, los derechos de la comunidad homosexual, las clases de educación sexual en las escuelas públicas y la defensa a ultranza de la familia basada de manera esclusiva en las concepciones religiosas.
De hecho, estas cuestiones llegaron a desplazar en los debates a temas más importantes para el ciudadano común y corriente, como el desarrollo económico, el incremento del desempleo, la pobreza y la violencia.
Hubo también múltiples denuncias de la intervención en la campaña de iglesias protestantes, tanto en la recaudación de fondos para la campaña a favor de Fabricio Alvarado, como para indicar a sus fieles que el domingo salieran a las calles a votar por él y ratificar la victoria que logró en la ronda inicial.
Este será el segundo gobierno consecutivo del Partido Acción Nacional, luego de cuatro años de gestión de Luis Guillermo Solís, que se vieron ensombrecidos por algunos escándalos de corrupción.
Carlos Alvarado será el presidente más joven en la historia moderna de Costa Rica, pues asumirá su cargo el 8 de mayo con 38 años de edad. En lo adelante tendrá numerosos retos entre ellos la reducción del abultado déficit fiscal, que en 2019 podría llegar al nueve por ciento del Producto Interno Bruto y desatar una crisis financiera.
También tendrá que responder a las demandas de la población por el deterioro de las condiciones de vida. Luego de una revolución liberal a mediados del siglo pasado, Costa Rica se convirtió en el país más estable del istmo, el único sin ejército, aunque sí con una poderosa guardia nacional, y durante mucho tiempo se le llamó “la Suiza de Centroamérica”.
Gobiernos de corte neoliberal en las últimas décadas impulsaron la privatización de empresas y recursos públicos, lo que hizo crecer el desempleo y la pobreza, con el consiguiente caudal de violencia e inseguridad, problemas a los que se espera que el nuevo gobierno encuentre paulatina solución.