Por: Guillermo Alvarado
Delegaciones de algunos países de nuestra región se apresuran a llegar a Lima, Perú, sede de la octava Cumbre de las Américas, con el artero propósito de agredir a gobiernos como los de Venezuela y Cuba, olvidando, o pretendiendo olvidar, que en temas muy sensibles, como la seguridad y el futuro de la infancia, tienen techo de vidrio, o la clásica viga en el ojo del que critica la paja en el ajeno.
Hay dos datos que tuvieron destaque esta semana, uno de ellos realmente escalofriante que sirven muy bien para ilustrar esta afirmación.
El más duro de ellos vino de México, donde se conoció que entre los años 2000 y 2016 fueron asesinados mil 200 niños, otros 3 mil 500 están desaparecidos, el 25 por ciento de los menores carecen de los servicios de educación preescolar y más de millón y medio, de entre cero y cinco años, sufren desnutrición.
Un panorama de tal naturaleza resulta increíble en un país que tiene enormes riquezas naturales, con prácticamente todo tipo de suelos como para producir los alimentos necesarios para toda la población y que, sin embargo, está sumido en los últimos 20 años en una cruel guerra que no respeta ni siquiera la vida de los niños.
Una paradoja es que, según quienes se dedican a elaborar dichos listados, hay en México 35 multimillonarios cuyas fortunas van desde los 550 millones de dólares, la más baja, hasta los 54 mil 500 millones de dólares, la más alta. Cuánto bien se podría hacer a la infancia con aplicar a semejantes caudales un pequeño impuesto destinado a ese propósito.
La otra nota vino de Guatemala y ocurrió cuando un grupo de niños albergados en esos mal llamados “hogares seguros”, donde confinan a quienes carecen de amparo filial, escaparon del lugar e interrumpieron el tráfico en una céntrica avenida para denunciar que sufren malos tratos, reciben comida de pésima calidad y viven hacinados en esas instalaciones.
El hecho sucedió a un año y un mes de que en otro de esos “hogares” 41 niñas murieron carbonizadas durante una protesta semejante, crimen por el que todavía nadie está siendo procesado, pero cuya responsabilidad viene desde lo más alto del gobierno, el presidente Jimmy Morales, de cuyo despacho depende la institución que atiende a la infancia desamparada.
Llama la atención, por cierto, que en algunos medios de comunicación, unos por mala intención y otros por simple despiste, se utilizó la palabra “motín” para describir la protesta de los niños. Hay que aclarar que no se trata de menores condenados por actos reñidos por la ley, no son reos, son pequeños sin padres, sin familia y, no obstante, viven encerrados bajo llave, son golpeados y maltratados y, en ocasiones mueren, en la más ominosa soledad.
¿Tendrán estos gobiernos la desfachatez de condenar a Cuba y Venezuela en Lima, como les ordenan desde el norte?
Por cierto, amigos, les sugiero que entren ustedes a la página de Radio Habana Cuba, www.rhc.cu y busquen la información del 12 de abril titulada “Visita Raúl escuela especial Solidaridad con Panamá” para que tengan una idea de cómo aquí se cuida de la infancia. Después de verla, no hará falta más comentarios.