Por: Guillermo Alvarado
Una de las primeras acciones ejecutadas por el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, tras su reelección en los comicios de este domingo fue declarar persona no grata al encargado de negocios de Estados Unidos, Todd Robinson, y ordenar su expulsión en un plazo de 48 horas junto con otro diplomático norteamericano.
En mi opinión conviene explicar quién es este señor y por qué se le considera una amenaza a la convivencia pacífica y la paz en la Patria de Bolívar.
Graduado de periodismo, es decir que conoce muy bien el manejo de los medios, se le presenta como diplomático de carrera con trabajo en Albania, Italia, El Vaticano, República Dominicana, Bolivia, El Salvador y Colombia, y fue hasta septiembre del año pasado embajador en Guatemala. Se le considera, pues, un experto en América Latina y El Caribe.
Pero su especialidad verdaderamente es otra. Se trata de uno de los funcionarios del departamento de Estado al frente de un nuevo modelo para mantener la hegemonía en la región y eliminar gobiernos incómodos, sin recurrir a los métodos del pasado, incluidas intervenciones militares y sangrientas dictaduras que, a la larga, salen mucho más caras en términos económicos y políticos. Hablo de lo que el analista Marcelo Colusi califica como las novedosas “estrategias soft”, es decir suaves.
Guatemala fue en 2015 un polígono de prácticas. Allí probó este modelo cuyo propósito es intoxicar a la opinión pública y que la población piense que puede ser protagonista para cambiar cosas, pero cuidándose de no vayan a tocar para nada el sistema.
La bandera utilizada fue la lucha contra la corrupción y hacer creer a la gente que esa plaga es el origen de todas sus calamidades. Esta es la jugada maestra: utilizar algo que realmente existe, atribuirle la causa de los problemas, como la pobreza y las desigualdades y lanzar a la población a las calles, con el apoyo de instituciones más o menos creíbles y de esta manera quitar de en medio a un gobierno que por una u otra , molesta a Estados Unidos.
En Guatemala funcionó a la perfección. Las llamadas movilizaciones ciudadanas, detrás de las cuales estaban las redes sociales, básicamente con cuentas falsas, tumbaron al presidente Otto Pérez Molina y su segunda al mando, Roxana Baldeti.
Para estar claros, ambos eran corruptos hasta la médula, pero la sociedad creyó que al sacarlos estaba remediando la crisis del país y la verdad es otra. La causa real del atraso es la explotación capitalista, el robo descarado de la riqueza nacional por las grandes corporaciones y la oligarquía tradicional aliada de Washington.
El pecado de Pérez Molina y Baldeti fue cruzarse en el camino de estos grupos y tratar de robar más que ellos, pero dos años después de su caída el 60 por ciento de guatemaltecos siguen pobres como siempre. Nada cambió después de lo que cambió.
Con la experiencia obtenida, Todd Robinson fue sacado de Guatemala y enviado a Venezuela para cumplir allí una tarea de grandes ligas: destruir a la Revolución Bolivariana por métodos ya probados en Centroamérica.
Hay más cosas, que analizaremos en futuros trabajos. Por hoy basta decir que fue una sabia decisión la de expulsar de Venezuela a un sujeto muy, pero muy peligroso.