Por María Josefina Arce.
Puede nacer en un pequeño espacio, pero su impacto rebasa los muros y abarca a toda una comunidad que comienza a transformarse, tomar conciencia y solidarizarse con problemas que afectan a muchos.
Los proyectos comunitarios crecen y se desarrollan hoy en diversos rincones del país, convirtiéndose en agentes de cambio y transformación en beneficio de los habitantes de los lugares donde cobran vida.
Son muchos los que encuentran en esos espacios una motivación, descubren habilidades e intereses, pero sobre todo encuentran cariño, preocupación y asumen valores y actitudes positivas para ser mejores ciudadanos.
Es una realidad que estas iniciativas, nacidas de la mano de artistas, organizaciones sociales e instituciones culturales y educativas, contribuyen a cambiar conductas en favor del bienestar de la sociedad y a la formación de un ciudadano comprometido con su tiempo.
Ampliamente apoyados por organizaciones de la sociedad civil como la Federación de Mujeres Cubanas y los Comités de Defensa de la Revolución, los proyectos comunitarios buscan atraer a familias disfuncionales, fomentar la tranquilidad, la salud y el orden en los barrios.
Asimismo brindan un espacio de sano esparcimiento para todos: niños, jóvenes y adultos mayores e incentivan la participación de la población en la vida cultural y la preservación de las tradiciones y la identidad.
Múltiples son estos programas que buscan también incorporar a la sociedad a personas con discapacidades físicas. Ese es el caso de “Vivir sin Barreras”, en la provincia cubana de Holguín, que abarca el montaje de obras de teatro y danza, festivales de música tradicional y las prácticas de habilidades manuales y artesanía popular, las cuales contribuyen a preservar el patrimonio local.
Los protagonistas de estas propuestas culturales son pacientes con afecciones severas cuyas secuelas fundamentales se asocian a trastornos en el sistema nervioso central.
Proyectos como Las barcas de Cristal, en la provincia de Ciego de Avila, Manos de Oro, en Camaguey, o La Guayabera, en Sancti Spíritus, que en 2009 mereció el galardón nacional por su trabajo a favor de la localidad, ya tienen varios años en su haber y sirven de ejemplo para otros que se gestan y buscan también elevar la calidad de vida de los ciudadanos.
Estas iniciativas cuentan hoy con múltiples seguidores que reconocen el importante papel que desarrollan en la sociedad, pues tienen como fin la formación integral del ser humano.
