Por: Guillermo Alvarado
Creciente preocupación existe debido al brote de ébola detectado este mes en la República Democrática del Congo, donde las autoridades sanitarias tienen registro de poco más de medio centenar de casos de fiebre hemorrágica, de ellos 35 confirmados como producidos por ese virus, y una veintena de fallecidos.
Esta es la novena ocasión en que esta enfermedad se desata en la nación africana, sin embargo entidades internacionales, como la Organización Mundial de la Salud, la OMS, advirtieron sobre las condiciones particularmente peligrosas en que ocurre, porque por primera vez afecta allí a una ciudad densamente poblada.
Cuando el ébola surge en un medio rural es mucho más fácil detectar y controlar la cadena de contagios antes de que cause un número elevado de víctimas o se extienda en un área geográfica más amplia.
Ahora, sin embargo, muchos pacientes están en el puerto fluvial de Bikoro, con un millón y medio de habitantes y ubicado en las márgenes del río Congo que conecta directamente con otras ciudades importantes, entre ellas Brazzaville, Kinshasa y Bangui, capital de la República Centroafricana.
Si bien existe suficiente experiencia para contener este mal en áreas poco pobladas, en las grandes ciudades la tarea se multiplica varias veces y así lo demuestran experiencias anteriores, como ocurrió entre 2014 y 2016 en África occidental, donde fallecieron más de once mil personas antes de controlar la epidemia con ayuda de la comunidad internacional.
En esa oportunidad Cuba jugó un papel importante porque fue el primer país en enviar personal de la salud a trabajar directamente con los afectados, un gesto que fue reconocido en todo el mundo.
También a raíz de esa experiencia se creó una vacuna experimental de la cual la OMS ya envió a la República Democrática del Congo unas cuatro mil dosis para inocular al personal sanitario y a todos aquellos que tengan algún tipo de contacto con los infectados, entre ellos los trabajadores de los servicios funerarios.
Peter Salama, funcionario de la Organización Mundial de la Salud advirtió que el virus urbano tiene un comportamiento diferente del rural y puede provocar en poco tiempo un aumento explosivo de casos.
De hecho, ya se conoce del arribo a centros de asistencia en Bikoro y otros sitios cercanos de enfermos que estaban fuera de la cadena conocida de contagios, lo que hace muy difícil prever la amplitud real del brote.
Entre los factores negativos que influyen para contener una epidemia urbana figuran la pobreza, el hacinamiento, las malas condiciones higiénicas y también elementos culturales y religiosos en los rituales funerarios, donde es habitual que familiares y amigos toquen y besen los cadáveres.
Estamos, pues, ante un nuevo reto no sólo para el continente africano sino para todo el mundo, en particular para los países más ricos, generosos en gastar miles de millones de dólares en el desarrollo y uso de armas, pero avaros cuando se trata de salvar vidas. El curso del ébola en el Congo será una muestra de cómo marcha la condición humana en este siglo XXI.