Por: Roberto Morejón
El huracán María que azotó a Puerto Rico, entre otras islas del Caribe, sembró la destrucción y abrió la puerta a las mentiras de las autoridades sobre la magnitud de la catástrofe, si nos atenemos a varias investigaciones posteriores.
El fenómeno meteorológico arruinó los sistemas de electricidad, agua y sanitario y dejó a la mayoría de los puertorriqueños desamparados por la demora oficial en brindar prestaciones.
Tanto el llamado Estado Libre Asociado como el gobierno federal fueron acusados por su respuesta tardía e insuficiente ante la crisis, empezando por el presidente estadounidense, Donald Trump.
El magnate republicano viajó a San Juan dos semanas después del azote del huracán, afirmó con sarcasmo que la desgracia estaba por debajo de la causada por el huracán Katrina en la nación norteña y aplaudió la baja cifra de víctimas que, según él, eran 16. Si bien el gobernador colonial Pedro Rosselló elevó posteriormente el monto a 64, el presidente Trump quedó en ridículo.
El gobernante fue increpado por mermar caprichosamente el balance de las pérdidas y lanzar al aire rollos de papel sanitario, como señal de su supuesto afán de ayudar a los borinqueños.
Investigaciones independientes posteriores llamaron la atención sobre el disparado número de víctimas indirectas por el cruce del ciclón tropical. Un informe recién publicado en la revista científica “New England of Medicine” afirma que la cifra oficial de fallecidos en Puerto Rico fue infravalorada y se atiene a un estudio de la escuela de Salud Pública de las Universidades de Harvard y dos de la isla caribeña.
De acuerdo con las pesquisas al margen del gobierno colonial, en Puerto Rico habrían muerto unas cuatro mil 600 personas, 70 veces más que las reportadas.
Las investigaciones merecen crédito porque se basaron en encuestas realizadas por personas que recorrieron las zonas devastadas. Al tocar a las puertas de casi tres mil 300 viviendas, los examinadores supieron del deceso de centenares de personas por la pésima atención sanitaria y la destrucción de la red vial.
Como en promedio los hogares puertorriqueños permanecieron 84 días sin electricidad, 64 sin agua y 41 sin cobertura de telefonía móvil, es fácil suponer la veracidad de los testimonios.
Hoy, cuando se afirma oficialmente que 98 por ciento de los clientes disponen ya de electricidad, muchos en Puerto Rico se preguntan si es cierto y sienten incertidumbre ante la nueva temporada de huracanes en el Atlántico.
Con sus cuentas públicas en rojo, el gobierno colonial parece atado y sorprendido en sus falacias mientras Washington ignora las demandas de socorro.