Por María Josefina Arce
La violencia desatada por la derecha en Nicaragua persiste y las víctimas fatales las pone el pueblo y las fuerzas de seguridad que intentan proteger a las familias nicaragüenses y los bienes del estado, objeto de saqueos y destrucción.
En las últimas horas las acciones vandálicas de los grupos opositores han provocado la muerte de dos personas y otras 30 heridas, entre ellas ocho agentes del orden, para un total de cuatro fallecidos y 32 lesionados durante este fin de semana.
Todo ello como consecuencia de los actos terroristas realizados por grupos delincuenciales, encapuchados, con armas de fuego, artesanales, morteros y bombas molotov, afirmó la comisionada mayor Vilma Rosa González, jefa de la Dirección de Relaciones Públicas de la institución uniformada.
Asimismo, persisten los tranques y bloqueos en diferentes lugares del país, negando así el derecho a la libre circulación de los conductores y peatones, al tiempo que se registran considerables daños a la infraestructura vial.
La oposición no entiende razones y ha optado como es habitual por las acciones violentas, una actitud que solo busca desestabilizar y crear el caos para llevar al derrocamiento del gobierno constitucional del presidente Daniel Ortega.
Las autoridades sandinistas han optado sin embargo, por el diálogo como la única vía de devolver la paz a una nación que tras la llegada nuevamente en 2007 a la presidencia de Ortega ha visto un repunte sostenido de su economía y notables avances sociales.
Pero las conversaciones fueron suspendidas por tiempo indefinido de manera unilateral por la Conferencia Episcopal, mediadora y testigo del proceso, por considerar que no existen las condiciones requeridas dados los últimos acontecimientos violentos, que de manera insidiosa achaca al gobierno, que ha rechazado en numerosas ocasiones las fundadas acusaciones.
No es de extrañar esta posición, pues como bien señalan muchos medios de prensa entre la jerarquía eclesiástica del país centroamericano algunos promueven la violencia. Ese es el caso del obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez, quien ha elogiado a los grupos violentos.
El político costarricense Oscar Barrantes, citado por la agencia noticiosa Prensa Latina, señala que en las alocuciones del citado prelado se ha evidenciado que un sector de la iglesia católica está interesado en obstaculizar el sendero de la paz, y ejercer un papel activo en la sedición con el objetivo de poner fin a la revolución sandinista.
El presidente Daniel Ortega no obstante, ha reiterado su disposición de dialogar para alcanzar la paz y resolver todos juntos los problemas en bien de los nicaragüenses. Esta actitud quedó de manifiesto desde el principio mismo de la crisis cuando decidió retirar una propuesta de reformas a la Seguridad Social, que sectores conservadores manipularon en beneficio de sus intereses.
Es un hecho que tales reformas sirvieron de pretexto para poner en marcha un plan desde el exterior con el objetivo de desestabilizar la nación y provocar el derrocamiento del gobierno sandinista.
La mayoría de los nicaragüenses quiere la paz, un anhelo que la derecha no tiene en cuenta, como nunca ha tenido en cuenta, ni le ha interesado el bienestar y estabilidad de los pueblos. Lo que acontece en Nicaragua, como las acciones violentas también promovidas en Venezuela, dejan claro que a la oligarquía solo la impulsa la búsqueda de su propio beneficio.