Por: Guillermo Alvarado
Recién instalada en el gobierno de Italia, la extrema derecha comenzó a mostrar las uñas en lo que respecta a uno de sus principales caballos de batalla, como lo es el desprecio y combate contra las olas de migrantes que arriesgan sus vidas al cruzar desde el norte de África un hostil mar Mediterráneo, en su afán por alcanzar las costas europeas y lo que ellos consideran un mundo mejor.
El flamante ministro del Interior, Mateo Salvini, dijo que evitará a toda costa que Italia se convierta en un campamento de refugiados en la Unión Europea. Poco antes había declarado que “los buenos tiempos para los inmigrantes habían terminado” y los invitó a hacer las maletas, lo que hace presagiar una dura política de expulsiones masivas, acorde con la línea de su formación política.
Salvini es también el principal líder de la Liga Norte, una coalición de agrupaciones racistas, xenófobas y ultranacionalistas creada inicialmente en 1989 y fundada de manera oficial dos años más tarde con la unión de varias organizaciones regionales.
En un primer momento, la Liga pugnaba por la separación de toda la región del norte, una amplia y rica zona llamada “Padania”, del resto del país y constituirse en una república independiente con el argumento de que los tributos generados en esa área industrial se “malgastaban” atendiendo las necesidades del sur, más empobrecido.
Siempre con el racismo y la xenofobia como principales banderas, más tarde cambiaron sus objetivos hacia la construcción de una Italia federativa, donde cada región tuviese autonomía para aplicar y gastar sus propios impuestos.
La Liga es uno de los partidos más fuertes que forman parte de la coalición del nuevo gobierno de Italia y durante la campaña electoral prometió deportar a medio millón de inmigrantes en los próximos cinco años.
El titular del interior también arremetió contra las organizaciones no gubernamentales y grupos humanitarios que se lanzan al mar para salvar a quienes intentan llegar a las costas con embarcaciones en mal estado y los calificó como “vicetraficantes”.
Sus ataques coincidieron con uno de los mayores naufragios ocurridos en los últimos tiempos en el Mediterráneo, donde murieron ahogadas unas 60 personas, incluidos numerosos niños.
Pero los ataques de la extrema derecha italiana no se circunscriben sólo a los inmigrantes, pues el ministro de Familia y Discapacidad, Lorenzo Fontana, también de la Liga Norte, afirmó que el matrimonio homosexual, aprobado por la anterior legislatura, “no existe en estos momentos”, lo que deja en una especie de limbo jurídico a muchas parejas del mismo sexo que legalizaron su relación.
Según Fontana, la única familia reconocible es aquella en la que un niño tiene un padre y una madre. Agregó que durante su gestión invertirá recursos para disuadir a las mujeres de acudir al aborto.
Estamos, pues, ante uno de los gobiernos más conservadores que se ha asentado en Italia, un país dividido entre un norte industrializado y desarrollado y un sur con elevadas tasas de pobreza y desempleo, que suelen ser caldo de cultivo para el crecimiento de los extremismos más oscuros y violentos.