Por:Roberto Morejón
Cuando recientemente el comisario de Asuntos Económicos de la Unión Europea, Pierre Moscovici, afirmó eufórico que la crisis griega finalizó, soslayó las penurias de sus habitantes, golpeados por la austeridad impuesta a cambio del rescate financiero.
Es cierto que llegó a su fin el salvamento negociado bajo los términos exigentes de la llamada troika, formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.
Pero a cambio de la entrega fraccionada de un préstamo de 273 mil millones de euros, los griegos fueron instados a padecer un programa económico caracterizado por recortes de gastos públicos.
Cierre de empresas estatales, cortes de pensiones y salarios, supresión de empleos y escaseces enfrentaron los griegos, sobre todo los sectores de menos recursos.
La salida de Grecia de los programas de ayuda no revierte de un plumazo el castigo, ni siquiera porque Atenas recibirá en breve quince mil millones de euros, el último de los desembolsos de los prestamistas, una parte de ellos para pagar la deuda externa.
A pesar de que el gobierno heleno trató de renegociar los duros términos exigidos sin sonrojos por sus acreedores, NO tuvo otra alternativa que aplicarlos.
Hoy los habitantes de esa nación fueron informados de que la macroeconomía creció y se interrumpió el proceso recesivo, aunque en el día a día son imperceptibles los efectos.
El Producto Interno Bruto está 25% por debajo de 2010; la pobreza y la desigualdad siguen en máximos y la deuda, a pesar del rescate, se resiste a bajar.
El paro pasó de un tope de 28% en 2012 a 20,4% actualmente y continúa como el primero de la Unión Europea, seguido de España con 16%.
La desocupación juvenil es escandalosa porque alcanza el 43 por ciento.
Los griegos ahora pagan más impuestos y verán más reducciones del monto de las pensiones a partir de 2019 con el argumento de sostener los superávits primarios exigidos por la llamada troika europea.
Entre los apremios también recalcan mantener el auge de las privatizaciones de entidades estatales, aunque ya quedan pocas, garantizar facilidades a inversionistas europeos y seguir atados a los bancos alemanes.
Las obligaciones cumplidas hasta hoy y las futuras ponen al desnudo la médula de un programa de asistencia nada solidario como esperaban muchos atribulados griegos que hoy califican de egoístas a sus vecinos.
Yanis Varoufakis, exministro de Finanzas griego, cargó contra los que pintan una situación placentera para ese país al exclamar: “Hacen un desierto y lo llaman paz”.
Grecia salió del rescate, pero no de los requerimientos asociados.