Final de una guerra olvidada

بقلم: Maite González Martínez
2018-07-11 08:57:12

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El primer ministro etíope, Abiy Ahmed, a la izquierda, y el presidente eritreo, Isaias Afewerki, a la derecha, firmando el acuerdo. Foto / Noticias 24

Por: Guillermo Alvarado

Un conflicto armado que muy poca gente recuerda en el mundo, la cruenta guerra entre Etiopía y su vecina Eritrea, finalizó formalmente esta semana cuando los dos países del llamado “cuerno de África” suscribieron una declaración conjunta de paz y amistad y se comprometieron a desarrollar una estrecha cooperación política, económica, social y cultural.

Las hostilidades estallaron en 1998 debido a la pobre demarcación de la frontera común, de unos mil kilómetros de extensión, y si bien en el año dos mil se firmó el Acuerdo de Argel para declarar un cese al fuego, no hubo un tratado de paz y ambas naciones mantuvieron acciones ofensivas durante varios años.

Etiopía, llamada en ocasiones Abisinia, es uno de los países más antiguos del mundo junto, quizás, a China y Egipto y durante más de tres mil años sólo sufrió dominación extranjera por Italia desde 1936 hasta 1941.

Aunque la mayoría de la población es musulmana, existe un numeroso grupo de católicos, religión que, sin embargo, no fue impuesta o difundida por misioneros sino que existe desde el siglo IV de nuestra era cuando Roma conquistó Egipto y Siria y su influencia se extendió hasta el reino de Axum, hoy Etiopía.

Eritrea fue una colonia italiana desde 1889 hasta el final de la II Guerra mundial, cuando quedó bajo dominación británica y en 1952 por una decisión de la ONU quedó incorporada a Etiopía como una provincia federativa. Tras varios años de lucha y una brutal represión etíope logró su independencia en 1991, la que fue ratificada de manera definitiva el 25 de abril de 1993.

La guerra costó la vida a unas 300 mil personas y más de un millón fueron desplazadas, sobre todo por las expulsiones ordenadas por el gobierno etíope contra quienes tuviesen origen eritreo, lo que significó un elevado costo social. En términos económicos fue ruinosa para los dos países.

En la zona fronteriza común la infraestructura y las cosechas fueron destruidas, lo que dejó indefensa a la población de ambos lados. Los extraordinarios gastos militares consumieron buena parte del Producto Interno Bruto y frenaron cualquier programa de beneficio social.

De hecho, la mayor parte de los problemas de pobreza y pobreza extrema que padecen en la actualidad tienen sus raíces en este conflicto.

Por fin 20 años después el presidente de Eritrea, Isaías Afewerki, y el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, decidieron voltear la página de la guerra y se propusieron un histórico acercamiento que debe ser beneficioso para los dos pueblos que comparten no sólo territorio, sino que una larga historia común.

El acuerdo prevé restablecer los nexos comerciales de inmediato, la apertura de embajadas en ambas capitales, colaboración en el área de transporte y comunicaciones, así como conexión telefónica y vuelos directos.

Los presidentes de Kenia, Uhuro Kenyatta, y de Rwanda, Paul Kagame, así como el Bloque de países de África del Este, se congratularon por esta medida y el fin de un conflicto que en su momento fue considerado absurdo y luego pasó al casi total olvido, aunque sus consecuencias se mantienen para pueblos que por su cultura y raíces están llamados a la hermandad y colaboración y no a la guerra y el exterminio.



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