Por: Guillermo Alvarado
Recién instalado el gobierno de Mauricio Macri publiqué un comentario titulado “Argentina ¿El regreso de los gorilas?”, donde señalaba el riesgo de que, de la mano del neoliberalismo, volvieran a ocupar importantes cuotas de poder los militares que durante la dictadura ensangrentaron a la sociedad de ese país austral.
Desafortunadamente la vida dio la razón a estos temores que se hacen realidad, si bien mucho más graves de lo que se había previsto, porque esa nación no sólo camina hacia una nueva forma de militarización, sino que se muestra dispuesta a convertirse en una plataforma en el Cono Sur para los intereses del Pentágono.
Macri, quien no ha vacilado en endurecer las ya difíciles condiciones de vida de los menos favorecidos con el argumento de la austeridad y la falta de recursos, anunció a principios de esta semana una nueva era para las fuerzas armadas con la modernización de sus equipos, para los que sí habrá suficiente dinero, y una nueva política que permitirá a la institución castrense intervenir en la seguridad interna.
Es un anuncio inquietante para quienes tienen memoria de los desmanes cometidos a partir de 1976, cuando los cuarteles se convirtieron en centros de detención, tortura y asesinato y se cometieron excesos que habrían hecho palidecer de envidia a los más crueles agentes y oficiales nazis.
Organizaciones humanitarias y partidos políticos de oposición anunciaron ya una lucha enconada contra estas medidas, amparadas en un decreto que no ha pasado por el aparato legislativo como mandan las normas en Argentina.
El presidente dijo que se trata de dar respuesta a los desafíos del narcotráfico y el terrorismo en el siglo XXI, argumento rechazado por el analista Martín Granovsky al asegurar que se estarían abriendo las compuertas a una violencia desaforada, como hizo el gobernante mexicano Felipe Calderón cuando en 2006 sumó a los militares a la lucha contra el crimen organizado y dejó un resultado de 234 mil asesinatos, de acuerdo con las estadísticas oficiales.
Desafortunadamente las cosas son aún más graves, porque según el portal mexicano Aristegui Noticias, Mauricio Macri también dio luz verde a la creación de bases militares estadounidenses en las provincias de Neuquén, Tierra del Fuego y Misiones, donde hay abundantes riquezas naturales, entre ellas las mayores reservas de gas conocidas en la actualidad.
El diputado del Frente Neuquino, Mariano Mansilla, denunció que ya se firmó un convenio entre el Comando Sur estadounidense y las autoridades locales para construir una base con supuestos objetivos humanitarios y atención de catástrofes.
En todos los lugares del mundo donde el ejército norteamericano puso un hospital de campaña, enseguida instaló una base militar, advirtió Mansilla.
Si a estos datos se suman las denuncias hechas en junio sobre la presencia de personal militar estadounidense e israelí en Buenos Aires, sin autorización del Congreso, se tendrá idea de cómo avanza el proyecto de convertir al país en una base foránea, con sus calles custodiadas por soldados argentinos bien entrenados para acallar o reprimir cualquier protesta. Un futuro muy oscuro para una sociedad que ya conoce en carne propia lo que esto significa.