Por: Guillermo Alvarado
El 30 de noviembre y el 1 de diciembre la ciudad de Buenos Aires, capital de Argentina, será sede de la Cumbre anual del Grupo de los 20 países más desarrollados del planeta, conocido como G-20, cuyos líderes intentarán poner orden a la economía mundial, que parece cada vez más ingobernable.
Se trata de una especie de club exclusivo cuyos miembros, sin embargo, tienen enormes divergencias que generan una lucha sorda, pero implacable, cuyas consecuencias se extienden por todo el planeta.
El G-20 se creó en 1999 para ampliar lo que entonces era el G7, ante la evidencia de que las llamadas economías emergentes tienen un peso que no puede ser ignorado, de manera particular el denominado grupo BRICS, compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
Es, también una muestra de los graves desequilibrios en el mundo de hoy, pues los veinte miembros activos de ese organismo contienen el 85 por ciento del Producto Interno Bruto mundial, 80 por ciento de las inversiones globales, 75 por ciento del comercio y 66 por ciento de la población.
Lo que resta, muy poco o casi nada, se lo reparten unas 180 naciones en el planeta que, siendo la mayoría, no tienen capacidad de decisión en la marcha de la economía mundial, muchas de ellas están entre las más pobres y desiguales y algunas al borde de la desaparición.
Los temas oficiales de la Cumbre de Buenos Aires, propuestos por el gobierno sede que preside Mauricio Macri, son trabajo del futuro, conectividad global y seguridad alimentaria, pero todo el mundo sabe que sobre la mesa estarán asuntos que importan más a los poderosos, como el conflicto entre Estados Unidos y China, que va más allá de la llamada guerra arancelaria, las crisis migratorias desde África y el sudeste asiático hacia Europa, así como el nuevo fenómeno de las caravanas del Triángulo Norte Centroamericano que parten rumbo a Estados Unidos.
Como en todas las reuniones de este tipo, cuyas resoluciones no son vinculantes, habrá discursos que pocos escucharán y la atención estará centrada en los encuentros bi o trilaterales que son, para decirlo en buen cubano, “el pollo del arroz con pollo”.
Así pues, muchos estarán vigilantes de lo que hagan los gobernantes de Estados Unidos, Donald Trump; Alemania, Ángela Merkel; China, Xi Jinping; o Japón, Shinzo Abe, que pueden bajar o subir la tensión en las siempre complejas relaciones entre occidente y oriente.
Para el gobierno de Macri, que no tiene casi nada que mostrar, esta Cumbre constituye sin duda lo más importante de su período y su función será garantizar la seguridad, para lo que paralizará a Buenos Aires y tendrá más de 20 mil efectivos en guardia permanente para reprimir las manifestaciones contra la reunión. La ministra del ramo, Patricia Bullrich, simplemente les aconsejó a los ciudadanos que se vayan durante esos días de la capital.
A todo esto, es justo preguntarse, amigos, ¿qué podrá salir de una cumbre de socios que no confían entre sí? Pronto, quizás, tendremos respuestas.