Por: Roberto Morejón
El presidente estadounidense, Donald Trump, y el gobierno hondureño reaccionaron crudamente a la organización de una nueva caravana de migrantes que desde el país centroamericano pretende dirigirse hacia el norte, para escapar de la violencia y la pobreza.
El magnate inmobiliario se escudó en la preparación de la caminata para criticar a sus adversarios demócratas, opuestos a la planeada construcción de un injurioso muro en la frontera con México, para impedir el ingreso de viajeros por el sur.
En la visión estrecha de Trump, la tercera columna hondureña representa una amenaza adicional, sin aportar pruebas sobre los alegados índices de criminalidad y drogadicción de las minorías de origen hispano en Estados Unidos.
Para hacerle la corte al inquilino de la Casa Blanca, el presidente hondureño, Juan Orlando Hernández, ordenó la intensificación de las medidas para frenar el éxodo de sus compatriotas, sin mencionar las causas efectivas de ese fenómeno.
De Honduras escapan niños, jóvenes y ancianos y todos manifiestan la insostenible situación de un país dibujado por sus gobernantes como un sitio donde rige la democracia.
Las voces de los migrantes disienten de las expresiones de Juan Orlando Hernández y de sus colaboradores, quienes cumplieron el primer año del segundo mandato del aludido, tras fraudulentas elecciones.
Un afiche distribuido en redes sociales por los líderes de la nueva caravana encauzada hacia Estados Unidos lanzó una alerta estremecedora: “Buscamos refugio. En Honduras nos matan”.
La referencia es directa al fragor de las batallas entre las pandillas nutridas de jóvenes frustrados por la pobreza, desocupación y el desgaste de los políticos tradicionales.
Con una tasa de homicidios de 43 por cada 100 mil habitantes, Honduras sigue en la lista de los países más violentos del mundo mientras 68 por ciento de los nueve millones de habitantes vive en la pobreza.
Los migrantes afirman que huyen de su país al aumentar desmesuradamente los precios de la canasta básica, energía y agua.
Con absoluto desdén por esa amarga realidad el estadista hondureño cuestionado por su legalidad en el cargo insiste en que los movimientos migratorios son fruto de la acción política opositora.
Para Hernández, sus adversarios son los responsables de que más de 13 mil hondureños llegaran a México en los últimos meses, una idea febril compartida por Trump.
La OEA, que frenéticamente interviene en los asuntos internos de Venezuela y Nicaragua, desestima analizar lo ocurrido en Honduras, a pesar de que desde allí escapan furtivamente sus habitantes sin importarles los peligros del camino, en su objetivo de llegar a la potencia del Norte.