Por: Roberto Morejón
El presidente paraguayo, Mario Abdo Benítez, está lejos de compartir el deseo de muchos compatriotas por celebrar tres décadas de la caída de la dictadura, pues el estadista está vinculado a ella.
Benítez esquivó sumarse a los jolgorios por el aniversario del fin de la tiranía del general Alfredo Stroessner, responsable junto a sus subalternos de torturas, asesinatos y exilio de miles de ciudadanos.
Mario Abdo Benítez es hijo de Mario Abdo, sempiterno secretario privado de Stroessner, y NO por casualidad acudió a Brasil en 2006 a rendirle tributo al tirano, al morir en el exilio.
El Primer mandatario es miembro del Partido Colorado, el mismo que amparó los desmanes de Stroessner y logró, junto a otros políticos de derecha, la destitución del presidente progresista Fernando Lugo, en 2012.
Si bien en el Paraguay actual el régimen de terror desapareció, la impunidad premió a la mayoría de sus ejecutores. Además perduran males originados o acentuados por el poder ejercido con mano de hierro entre 1954 y 1989.
En un territorio tan grande como Francia, pero con la décima parte de aquella población imperan la corrupción, desigualdad y pobreza, frente a la opulencia de oligarcas y una casta de empresarios y militares.
Mientras entre 15 y 25 por ciento de los paraguayos permanecen en la pobreza, en Ciudad del Este, antigua Puerto Presidente Stroessner, prosiguen el contrabando y el narcotráfico.
Para alentar el comercio ilícito, Paraguay se vale de su ubicación geográfica clave entre Brasil, Argentina y Bolivia, territorio de nadie donde se trafican autos, alcohol y drogas.
Paraguay es una nación raigalmente disímil en cuanto al acceso a la riqueza nacional y todavía importantes sectores siguen habituados a las prebendas, a cambio de fidelidad al gobierno.
La concentración de riqueza y tierras en pocas manos es manifiesta. Uno coma seis por ciento de la población es dueña de 80 por ciento del suelo y los beneficiados solventan asuntos estratégicos del país.
Intelectuales destacan que la influencia de terratenientes y militares frenó tímidos intentos de iniciar una reforma agraria. Sin embargo, el presidente de turno, Mario Abdo, afirma que su país se ha modernizado y lo conducirá a ritmos de bienestar propios ---dice él--- del neoliberalismo.
Con ese discurso trata de neutralizar crecientes enfrentamientos entre fuerzas de seguridad y los irregulares armados por los hacendados, por un lado, y los campesinos e indígenas.
A tres décadas del quebrantamiento de la dictadura de Stroessner, en Paraguay siguen libres los autores de crímenes y prevalecen la fermentación de los poderes públicos y la desesperanza social.