Por: Roberto Morejón

Al pronunciarse a favor del reconocimiento de la soberanía de Israel sobre los Altos del Golán, el presidente estadounidense, Donald Trump, encendió una nueva hoguera en el Oriente Medio y puso otra vez de relieve su irresponsabilidad como gobernante.

El inquilino de la Casa Blanca se manifestó en la red social Twitter favorable a ese paso en contraposición a una postura casi unánime a nivel internacional acerca de no secundar la anexión de Israel de esa meseta, perteneciente a Siria y desgajada mediante la guerra de 1967.

Cuatro meses atrás, la ONU refrendó mediante votación la nulidad y ausencia de valor jurídico de la anexión consumada por el régimen sionista en 1981, años después de concretar la usurpación del Golán a través de las armas, una parte de las cuales se las suministra Estados Unidos.

La finalidad del magnate inmobiliario está lejos de ser un hecho aislado y debe interpretarse como una continuidad de sus propósitos de robustecer económica, diplomática y militarmente a Israel en el contexto medioriental, para así responder a los reclamos del poderoso lobby judío en Washington.

Casi al unísono de manifestarse Trump por una declarada soberanía de Tel Aviv sobre el Golán, el secretario norteamericano de Estado, Mike Pompeo, visitaba el Muro de los Lamentos en Jerusalén Este, junto a su asociado, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu.

Reina en el mundo un hábito de la diplomacia internacional de NO visitar el lugar, pues Jerusalén Oriental fue ocupada por Israel en mil 967 y más tarde anexada.

Los palestinos reivindican la zona oriental de la Ciudad Santa como la capital del Estado soñado.

Pero Trump y Pompeo suelen romper los moldes de tolerancia y respeto hacia el Derecho Internacional, sin importarles el rechazo foráneo.

Les interesa a ambos, y a toda la camarilla ultraconservadora asentada en la Casa Blanca, darle un espaldarazo a Netanyahu de cara a las elecciones adelantadas de abril próximo, ante cuyo escenario el belicista Premier se presenta debilitado por ser el centro de escándalos de corrupción.

Además, la administración Trump no tiene escrúpulos en presentarse y actuar como aliado incondicional del régimen sionista, el mismo que extiende la colonización de tierras en la Cisjordania ocupada y bombardea a mansalva a Gaza, además de someter a sus habitantes a un feroz bloqueo.

El hombre que defiende una política de tolerancia cero contra los inmigrantes impuso en 2018 el traslado de la embajada de Estados Unidos de Tel Aviv a Jerusalén, en respaldo a la reivindicación israelí sobre esa urbe como su capital única e indivisible.

Con esa y otras determinaciones Trump se expone incluso al disentimiento de algunos de sus aliados, como los europeos, quienes por vía diplomática reiteraron su negativa a admitir la soberanía israelí sobre los territorios ocupados desde julio de mil 967.

Esencial por sus recursos hídricos y desde el ángulo de la seguridad, el Golán se presenta como un manjar privilegiado del que no quiere prescindir Israel para mantener su condición de gendarme regional, y para ello cuenta con Donald Trump.