Por: Guillermo Alvarado
Luego de una serie de prolongadas votaciones sobre distintas variantes de la separación del Reino Unido de la Unión Europea, este proceso de divorcio, conocido popularmente como “brexit”, se quedó atascado y nadie tiene idea en Londres de lo que podría ocurrir en los próximos días.
Hasta ahora existe una sola certidumbre, y es que el plazo fatal para poner fin, sin o con acuerdos, a la participación británica en el bloque continental, no vencerá hoy, 29 de marzo, como estaba previsto y se trasladó al 12 de abril.
Para comprender un poco lo que ha pasado, recordemos que en 2018 un equipo negociador encabezado por la primera ministra, Theresa May, alcanzó un acuerdo de separación con el Consejo Europeo, con sede en Bruselas, capital de Bélgica, y todo parecía encaminarse como debiera, luego de que el pueblo británico en un referendo acordase terminar sus relaciones y caminar por su propia cuenta.
El punto principal de debate no era el brexit en sí mismo porque todo el mundo asumía su consumación, sino las condiciones en que iba a darse, un divorcio total en todas las esferas, la llamada línea dura, o mantener algunas áreas de colaboración en temas como el comercio o aduanas, es decir la línea suave.
Pero las cosas se comenzaron a enredar cuando la jefa de gobierno británico se vio forzada a publicar el texto íntegro negociado con Bruselas y resultó que no satisfacía las aspiraciones, ni de uno, ni del otro grupo.
La Cámara de los Comunes votó en contra de este acuerdo dos veces y si Theresa May conservó su cargo fue sólo porque sus principales adversarios, los Laboristas dirigidos por Jeremy Corbyn, sufrieron un desgajamiento interno que les restó fuerza.
Las tribulaciones de la gobernante se agudizaron, al grado de que el Parlamento en una decisión histórica decidió arrebatarle el control del brexit para evitar un naufragio total en un proceso que cada vez tiene más adversarios.
Hace unas horas hubo ocho votaciones sucesivas y en casi todas ellas ganó el no, entre ellas la eventual separación de la Unión Europea sin ningún acuerdo, o la celebración de un nuevo referendo.
May llegó inclusive a ofrecer su renuncia a cambio de que los parlamentarios aprobasen el acuerdo que firmó con Bruselas, pero ni siquiera esta medida extrema consiguió mejorar las cosas.
Es muy probable que llegue el 12 de abril sin ninguna solución y ya está prevista una fecha alternativa, el 22 de mayo, un día antes de comenzar las elecciones para diputados al Parlamento Europeo.
Después de ese día es muy difícil que Bruselas pueda acordar un nuevo plazo y entonces el caos se apoderará de un divorcio que a la larga puede resultar ruinoso para ambas partes, pero sobre todo para el Reino Unido que perdería mucho a cambio de nada, o de muy poquito.