Por: Guillermo Alvarado
Más de 200 muertos, medio millar de heridos y una gran cantidad de desplazados es el resultado de los combates que ocurren en Trípolí, capital de Libia, donde bandos opuestos y muy bien armados están terminando la destrucción iniciada por potencias occidentales que atacaron para deponer a Muamar Al Gadafi y llevar “la democracia” a la población.
Los bombardeos iniciados en 2011 por un grupo encabezado por Estados Unidos, Francia, Bélgica, Canadá, Qatar y Dinamarca, entre otros, liquidaron al que hasta entonces era uno de los países más estables y desarrollados del mundo árabe y lo regresaron a la edad media.
Gadafi fue capturado, torturado y asesinado y Libia quedó desmembrada bajo el control de varios grupos, entre ellos el Gobierno Nacional Libio, presidido por Fayez Al Sarraj, reconocido por la ONU y con sede en la capital, así como el Ejército Nacional de Libia, comandado por el mariscal Khalifa Haftar.
Este último comenzó un ataque contra el sur de Trípoli en los primeros días de abril y los combates se han prolongado con avances y repliegues mutuos mientras los expertos advierten que la guerra se puede generalizar por todo el territorio.
Numerosas voces se han alzado para tratar de frenar el conflicto y pasar a una fase de negociaciones, entre ellas la del papa Francisco y el secretario general de la Organización de Naciones Unidas, Antonio Guterres.
Hasta ahora, sin embargo, todos los esfuerzos han fracasado y quizás lo único que pueda contener las hostilidades sea el agotamiento de los mismos combatientes.
Ante la preocupación de muchos hay, sin embargo, otros que están muy satisfechos, como los fabricantes y vendedores de armas que siguen haciendo buenos negocios y sacan jugosas ganancias a costas del sufrimiento de decenas, quizás cientos de miles de personas.
También están las potencias occidentales, en particular Estados Unidos, ávido por poner sus manos sobre las inmensas riquezas energéticas que existen en el país norafricano.
Además del petróleo de elevada calidad, se sabe que debajo de las arenas del desierto existen enormes depósitos de agua, un recurso que se agota en el planeta y sin el cual es imposible la vida tal y como la conocemos.
Si los dos grupos más poderosos se aniquilan entre sí, le estarán haciendo un gran servicio a occidente que podrá tomar control definitivo de Libia, como lo está tratando de hacer también en Venezuela, otro país con grandes riquezas energéticas, minerales e hidráulicas. Cualquier semejanza, amigos, no es casualidad.