Por: Guillermo Alvarado
El jefe de la Casa Blanca, Donald Trump, está empecinado en romper una de las tradiciones de la presidencia de Estados Unidos, como lo es permitir que la gente conozca el detalle de sus declaraciones de impuestos, que son algo así como la hoja de ruta de su integridad tributaria y empresarial.
No se trata de un asunto menor, pues en la nación norteña el tema de las contribuciones fiscales es algo muy serio y la historia ofrece ejemplos de ello, como ocurrió con el jefe mafioso Alfonse Capone, a quien nunca lograron demostrarle ni uno solo de sus múltiples crímenes, pero finalmente fue a la cárcel por falsear el monto de sus ingresos para pagar menos al estado.
Por eso llama tanto la atención la reticencia de Trump para entregar esa documentación, o evitar que el Congreso la obtenga de las instancias correspondientes, como el Servicio de Impuestos Internos.
Los legisladores del partido Demócrata insisten en revisar las declaraciones de los últimos seis años del presidente, lo que hasta ahora ha sido imposible. Más aún, el secretario del Tesoro Steven Mnuchin dijo que no cumplirá esa petición lo que hace crecer entre la gente la pregunta de ¿Qué es lo que Trump quiere evitar que salga a la luz pública? ¿A qué le tiene tanto miedo?
Una investigación del diario The New York Times da algunas pistas al respecto, si bien los datos obtenidos son de los años 80 y 90 del siglo pasado.
El Times no logró obtener las declaraciones de esa época, pero si algunos documentos que sirven de base para elaborarlas y descubrió que el ahora presidente no es el exitoso empresario que dibujó en su libro “Trump: el arte de la negociación”, publicado en 1987 y que contribuyó a convertirlo en un mito y en parte fue un peldaño para llevarlo hasta la presidencia.
Entre 1985 y 1994 siempre estuvo en números rojos y acumuló cuantiosas pérdidas en sus principales negocios. Compró la Eastern Airlines por 365 millones de dólares; nunca obtuvo ganancias y gastó millones mensuales para seguir operando. Su hotel y casino Trump Taj Mahal, abrió en 1990 con más de 800 millones en deuda y absorbió los ingresos de sus otros casinos, llevándolos a tener pérdidas.
Pero esto no fue del todo una desgracia pues le permitió acogerse a las bondades que el sistema tributario estadounidense regala a los más ricos y no tuvo que pagar impuesto sobre la renta durante esa década.
Otro punto oscuro es que declaró ingresos por intereses de casi 53 millones de dólares, pero es un misterio cuál fue la fuente de tales ganancias.
¿Qué habrá escondido en los anaqueles tributarios de Trump? Nadie lo sabe, pero el presidente se pone rabioso cada vez que las investigaciones avanzan, como ahora que el congreso del estado de Nueva York aprobó enviar las declaraciones del jefe de Estado a la Cámara Baja, lo que puede ser un proceso lento, pero ya es un paso.
Trump advirtió que cortará toda colaboración con los demócratas en el órgano legislativo a menos que detengan las indagaciones, lo que podría paralizar de nuevo al gobierno en pleno período pre electoral. Bastante tela por donde cortar, amigos.