Por: Guillermo Alvarado
Confinada a una oscura esquina de la realidad mundial por situaciones mucho más mediáticas, la crisis de múltiples facetas que vive la República Democrática del Congo reclama atención urgente ante la enorme cantidad de seres humanos que sufren cada día muerte, violencia y enfermedades en ese país africano.
De acuerdo con informes de la Organización de las Naciones Unidas, sólo en las dos últimas semanas entre 300 mil y 400 mil personas huyeron de la provincia de Ituri, en la región del noreste de esa extensa nación, luego de un rebrote de violencia entre las etnias Hema y Lendu, enfrentadas entre sí hace décadas por el control de territorios y recursos naturales.
Entre 1999 y 2003 las rencillas se convirtieron en casi una guerra abierta con el resultado de decenas de miles de muertes y la intervención de fuerzas militares extranjeras encabezadas por Francia.
La ONU advirtió que los más recientes enfrentamientos podrían contagiar la violencia a otras regiones del país, incluso en la vecina Uganda, con quien las relaciones han sido particularmente inestables.
Pero ese es apenas uno de los graves problemas que sufre la República Democrática del Congo. Ituri es precisamente la región más afectada por la epidemia del virus del Ébola, responsable de más de mil 400 muertes y que está escapando al control de las autoridades sanitarias, en parte por el mismo conflicto interno, pero también por la falta de recursos para enfrentar la emergencia.
Desde hace tiempo muchas voces han advertido que esa enfermedad podría alcanzar allí proporciones mucho más graves que el brote ocurrido hace unos años en tres países de África Occidental.
Para colmo, en las últimas semanas se ha detectado también una epidemia de rubeola en las mismas zonas donde está presente el ébola, lo que complica mucho más la difícil situación.
Hasta ahora, sin embargo, la atención ha estado centrada más en la situación política luego de años de un conflicto armado interno que podría comenzar a resolverse tras la elección del presidente Félix Tshisekedi.
Para alcanzar una verdadera estabilidad será necesario que el sucesor de Joseph Kabila sea capaz de consolidar su autoridad en todo el país, administrar y atender a las grandes movilizaciones humanas que tienen lugar en el noreste y permitir que la justicia castigue a los culpables de graves violaciones perpetradas a lo largo del enfrentamiento.
De lo contrario, ese país continuará sufriendo los efectos de una crisis múltiple, con componentes políticos y militares, de seguridad y sanitarios.
La comunidad internacional debe comprender que no basta con enviar fuerzas armadas para controlar la situación. Hasta tanto se logre un verdadero desarrollo económico y social se mantendrán, allí y en otros lugares de ese continente, las lacras dejadas por el colonialismo europeo, responsable de la mayor parte de problemas que diezman a la población y le roban su futuro a las jóvenes generaciones.