Dignidad olvidada: Grecia gira a la derecha

بقلم: Martha Ríos
2019-07-10 16:29:25

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Kyriakos Mitsotakis es hijo del primer ministro de los años ‘90, Konstantinos Mitsotakis, y familiar de otros relevantes políticos griegos. Foto: Giannis Kelesi

Por Arnaldo Musa

La presión reaccionaria hizo que el primer ministro, Alexis Tsipras, accediera a elecciones parlamentarias anticipadas y, tal como se pronosticaba, la derecha regresará al poder en Grecia, tras aventajar cómodamente a una agrupación de izquierda que no fue consecuente todo el tiempo, no supo vencer al fantasma de Goliat, tal como blasonaba de ser un David, y todo vuelve a lo que los griegos (cansados y vencidos) habían denostado durante tanto tiempo.

La debacle se veía venir, cuando en mayo el partido gobernante, Syriza, se quedó en las elecciones europeas y locales casi diez puntos por detrás de la derechista Nueva Democracia, que acaba de imponerse a nivel nacional, a pesar –subrayo- de ser la formación de los clanes políticos más odiada de por vida por el pueblo.

Ahora la nación europea será liderada por el presidente de Nueva Democracia, Kyriakos Mitsotakis.

Hijo del primer ministro de los años ‘90, Konstantinos Mitsotakis, y familiar de otros relevantes políticos griegos, Kyriakos es heredero de una dinastía política cretense que se remonta a Elefterios Venizelos. Ahora, las Bolsas respiran con alivio e ilusión: es la vuelta a la “normalidad”. La restauración griega marca el fin en la larga saga de la euro-crisis. El capitalismo salvaje volverá a coger impulso.

Entretanto, Tsipras ha reconocido que hubo acciones de su política que no se ajustaron a las expectativas y que era necesario cambiar muchas cosas. A ello, dice, se añade el cansancio acumulado de tantos años bajo la tutela de los acreedores.

A pesar de lo que decían las encuestas, él seguía confiado en poder revertir el resultado. "Los griegos no pueden olvidar quién causó la crisis, quién no supo manejarla y destrozó la economía y la sociedad, y quién sacó al país del atolladero y la humillación”, dijo.

Recordemos que hace cuatro años, Syriza logró lo que tan solo unos años antes parecía imposible: una formación de izquierda radical al timón de un país. Alexis Tsipras se convertía en la esperanza de una ciudadanía exhausta, tras años de austeridad y también de una izquierda europea eternamente fragmentada y por ello débil.

Si bien Tsipras ganó las elecciones con un programa de izquierda, los griegos le votaron porque les devolvía algo que habían perdido bajo la tutela de los acreedores: dignidad. La gente y el propio gobierno creían que David podía vencer a Goliat.

Seis meses y tormentosas reuniones después, Tsipras claudicaba y asumía que con un programa de izquierda se podía ganar elecciones, pero no gobernar cuando se tiene la soga al cuello y se han aplicado controles de capital para evitar el desangre financiero.

En lugar de renegociar la deuda, detener el proceso de privatizaciones de empresas estatales, evitar nuevos recortes de pensiones y restablecer el salario mínimo, el líder izquierdista firmó un tercer rescate financiero, menos cuantioso (86 000 millones de euros) que los anteriores, pero no por ello menos doloroso.

Tsipras justificó este giro diametral con el argumento de que quería evitar el "suicidio colectivo" del país, y que en lugar de "escapar" (salir del euro), el gobierno había optado por "afrontar la realidad".

Pero la firma del rescate condujo a la implosión de Syriza y Tsipras tuvo que convocar nuevas elecciones. Pese a que el desencanto había empezado a propagarse nuevamente entre los ciudadanos, le dieron una segunda oportunidad. Querían ver si, aun dentro del dictado de Bruselas y Washington (Fondo Monetario Internacional), era capaz de poner en práctica la política social que seguía prometiendo.

El tiempo ha demostrado que no lo fue, y Tsipras se convirtió en alumno aplicado de las instituciones.

Algunos de los objetivos fijados por los acreedores no se han cumplido, como el programa de privatizaciones, o parte de la modernización de la Administración, pero a cambio, Grecia ha superado en los últimos años con creces los objetivos fiscales.

Grecia no es un país progresista. La mayoría de la población incluso es de costumbres conservadoras, pero los ciudadanos habían confiado su destino a un marxista -al menos en sus inicios políticos Tsipras lo fue-, porque creyeron que él haría realidad una quimera.

Pero la realidad es que, Syriza, desde este domingo, debe hacerse a la idea de que volverá a pasar a la oposición. Su principal objetivo será evitar convertirse nuevamente en una formación marginal o, como suele decir Nueva Democracia, en un breve episodio de la historia.(Tomado de Cubasí)

 



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