Por: Roberto Morejón
La policía migratoria estadounidense sembró el terror entre los indocumentados, muchos de ellos latinos, al desplegar intensas redadas, como si fueran cacerías de criminales.
Desarrolladas fundamentalmente en el sureño estado norteamericano de Mississippi, las fulminantes incursiones de agentes en plantas dedicadas a procesar alimentos atemorizaron a los detenidos, a sus familias y a pobladores.
Estos últimos piensan que podrían ser las próximas víctimas de unas batidas anunciadas ampulosamente en junio por el presidente estadounidense, Donald Trump, como parte de su discurso de odio y racista.
Demostraciones de fuerza como las apuntadas eran comunes bajo el mandato del ex presidente George W. Bush y fueron retomadas por Barack Obama, aunque con más discreción.
Si bien en las semanas posteriores al vaticinio del gobernante no fueron masivas las detenciones de migrantes sin papeles, al parecer en agosto las autoridades rescataron con fuerza la persecución.
Los indicios apuntan hacia un proceso intimidatorio planeado largamente, pues las autoridades de Mississippi hicieron una labor previa de espionaje en las fábricas con empleados latinos, no pocos de ellos irregulares.
De esta forma Trump intenta exhibir cifras de migrantes detenidos cuando la campaña electoral para la concurrencia a las urnas en 2020 ya está en marcha.
En la distorsionada óptica del inquilino de la Casa Blanca, su popularidad ganará puntos, pues su base esencial de votantes radica en los obreros estadounidenses, acérrimos críticos de los migrantes.
Esas personas quedan indiferentes ante el incremento de niños separados de sus padres migrantes y conducidos a campamentos con condiciones de vida precarias.
Del conglomerado de estadounidenses blancos aturdidos por la retórica de odio del magnate inmobiliario emergió el autor de una masacre cometida recientemente.
Un hombre que publicó un manifiesto donde resaltaba lo que calificó de “invasión hispana” asesinó a 22 personas en la ciudad de El Paso, estado norteamericano de Texas.
Independientemente de la desmedida proliferación de armas en el mercado, entre las causas de los hechos violentos en Estados Unidos figura la posición oficial de criminalizar a los trabajadores manuales llegados de otros países.
Como la mesura y la racionalidad escasean en la Casa Blanca, allí descartan conversar con México y Centroamérica para contribuir a un flujo migratorio seguro y ordenado.
Como dijera recientemente Bernie Sanders, candidato demócrata a la carrera presidencial, las políticas de Trump demuestran el desprecio imprudente por la humanidad.