Por: Guillermo Alvarado
Tras la derrota del partido del presidente Mauricio Macri en las elecciones primarias de Argentina, el país se vio sacudido por una crisis financiera sin precedentes, con la caída de los valores en los principales mercados bursátiles, la devaluación sin precedentes del peso, pérdida de bonos y el alza del indicador de riesgo país.
Todavía flota la duda de si esta debacle, solo semejante a la ocurrida en Sri Lanka en 1989 cuando la bolsa cayó en 67 por ciento, fue espontánea o estuvo preparada de antemano para asustar a los votantes y hacerlos cambiar sus preferencias de cara a los comicios presidenciales del 27 de octubre, esos sí definitivos.
Algunos indicios apuntan a esta segunda hipótesis, entre ellos las apresuradas declaraciones de Macri diciendo que todo es culpa “del kirchnerismo”, término en que se refiera a la coalición Frente de Todos, que propone a la dupla Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner para sucederle en la presidencia.
Según el inquilino de la Casa Rosada, como se llama a la sede del ejecutivo argentino, ambos candidatos no tienen credibilidad y les exigió hacer una autocrítica.
La realidad está en otra parte. El Frente de Todos tuvo la suficiente credibilidad entre la gente, que es la que vota, como para demostrar que tiene un caudal de sufragios 15 por ciento superior a Todos por el Cambio, el partido de Macri.
La población, además, está muy descontenta con lo que está ocurriendo en el país desde que comenzó la actual administración, que ha trabajado a favor de los intereses de los empresarios, los exportadores y el capital extranjero.
La crisis que se originó tras los resultados de las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y obligatorias, PASO, tiene sus raíces en las políticas del actual gobierno, que quitó las regulaciones al mercado cambiario, abrió al país a la entrada y salida libre de capitales, promovió el endeudamiento y trajo de regreso al Fondo Monetario Internacional para supervisar la economía nacional.
Es decir que todas las condiciones para que hubiese esa explosión ya estaban creadas, las creó el mismo Macri, que ahora de manera artera las está endosando a sus rivales.
También resulta comprensible que el presidente quiera meter a los mercados financieros y de divisas al carnaval de las elecciones, porque al fin y al cabo él es el principal aliado que estos grupos tienen en el país.
Pensará quizás que si puede crear suficiente caos llevará a los votantes a cambiar de opinión y darle su preferencia en octubre.
Sin embargo debería tener cuidado, porque se trata de instrumentos muy volátiles y llegado un momento podrían salirse de control y conducir a la catástrofe, como le ocurrió a Fernando de la Rúa que en diciembre de 2001 debió escapar de la casa de gobierno por la azotea a bordo de un helicóptero, para no caer en manos de la población enfurecida por los elevados niveles de pobreza y desempleo.
Hay cosas con las que no se juega y es mejor que Macri sea quien haga la autocrítica, tal vez ya no para ganar unas elecciones que parecen perdidas, pero sí para irse del cargo con un poco de dignidad y decoro.