Por: María Josefina Arce

Quinientos días se cumplen de que el ex presidente brasileño Luis Inacio Lula Da Silva guarda injusta prisión, víctima de una fuerte persecución política para evitar su retorno a la presidencia del gigante sudamericano.

La derecha ha maniobrado para impedir que el Partido de los Trabajadores vuelva al poder. Primero fue el golpe parlamentario contra la ex mandataria Dilma Rousseff y después se fue preparando el terreno para intentar presentar a Lula como un político corrupto.

Lava Jato fue sin dudas, una amplia operación anticorrupción que estremeció a la sociedad brasileña y tuvo sus repercusiones en América Latina. Pero no fue tan transparente y limpia como se quiso vender.

Fue utilizada, así han evidenciado mensajes filtrados a la prensa, para armar toda una conspiración contra el expresidente brasileño, favorito de cara a las elecciones generales de octubre del pasado año como demostraban las distintas encuestas de opinión.

Lula Da Silva aún preso y con toda una campaña mediática en su contra, seguía contando con el apoyo de gran parte de los brasileños, quienes tenían muy presente los millones de personas que bajo su mandato salieron de la pobreza.

Gran parte de los brasileños no han podido ser engañados por la conspiración de la derecha, en la que estuvo en primera plana el ex juez Sergio Moro, el mismo que hoy es ministro de Justicia, cargo al que en un inicio dijo que no aspiraba.

Lava Jato quedó en entredicho tras la publicación, de manera exclusiva, por The Intercept de una serie de reportajes, que prueban el intercambio de mensajes sobre la figura de Lula entre el entonces juez Moro y el fiscal de la operación, Deltan Dallagnol.

La credibilidad de Moro también ha sido fuertemente cuestionada, pero nada ha pasado, sigue al frente del Ministerio de Justicia, mientras Lula Da Silva cuya supuesta culpabilidad no ha podido ser probada se mantiene en prisión.

La defensa del ex dirigente sindical ha manifestado que tomará medidas legales ante el Comité de Derechos humanos de la Organización de las Naciones Unidas para instar y reforzar cada vez más la necesidad de anular los procedimientos contra Lula y que los funcionarios y agentes involucrados en los mensajes, sean respectivamente investigados y sancionados según corresponda.

La injusticia cometida contra el expresidente ha despertado una profunda indignación en el mundo, que ha sido escenario en los últimos meses de manifestaciones en demanda de su liberación.

De hecho hace unos días unos 17 juristas, abogados, ex ministros de Justicia y ex miembros de Tribunales Superiores de ocho naciones pidieron al Supremo Tribunal de Justicia de Brasil que libere a Lula Da Silva.

Detenido desde el pasado siete de abril de 2018 por supuestos actos de corrupción, el ex mandatario ha declarado a la prensa que solo saldrá de prisión si es liberado.

“Seré encarcelado cien años, pero no cambiaré mi dignidad por mi libertad, subrayó Lula Da Silva, el hombre que de 2003 al 2010 cambió el rostro de Brasil y lo convirtió en un país más justo y equitativo, una realidad que pertenece al pasado y ya no es la del Brasil del urltraderechista Jair Bolsonaro.