Por: Guillermo Alvarado
Expertos han denunciado que los voraces incendios forestales ocurridos este año en la Amazonía no tienen precedente y son causa de grave preocupación, mientras el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, intenta quitar relevancia al tema y busca argumentos para desviar la atención pública.
Durante los primeros ocho meses de este año se detectaron alrededor de 74 mil siniestros, es decir el 83 por ciento más respecto al mismo período de 2018.
Para que se tenga una idea de la devastación, solo en junio desaparecieron 2 mil 254 kilómetros cuadrados de bosques, lo que ha llevado a muchos a decir que se está quemando el principal pulmón del planeta.
Aunque el debate crece en casi todo el mundo, en Brasil el gobierno hace todo lo posible para restarle importancia a esta tragedia ecológica y Bolsonaro llegó incluso a culpar de ella a las organizaciones no gubernamentales que trabajan en el gigante sudamericano.
Dijo el mandatario que las ONGs están molestas porque el ejecutivo les recortó la ayuda económica que les daba para cumplir su labor y por eso tratan de desprestigiarlo ante la comunidad internacional.
Mostrando una cierta cautela, el presidente dijo de inmediato que no tiene pruebas para sus acusaciones, lo que las reduce, ni más ni menos, que a un montón de mentiras malintencionadas.
En realidad nadie ignora los estrechos vínculos que tiene Jair Bolsonaro con los grandes empresarios de la agricultura, la explotación forestal y la minerìa, que son en realidad a quienes interesa la destrucción de la selva para favorecer sus operaciones.
Incluso el 2 de agosto el presidente destituyó de manera fulminante a Ricardo Magnus Osorio Galvao, presidente del Instituto Nacional para la Investigación Espacial, por divulgar cifras exactas de la deforestación.
Esa entidad es la encargada de vigilar la salud de la región amazónica, de la cual el 60 por ciento pertenece a Brasil.
Durante su campaña electoral Bolsonaro afirmó que su país abandonaría sus compromisos del Acuerdo de París sobre Cambio Climático, pero unos días antes de los comicios rectificó, aunque puso condiciones a su participación en ese pacto.
Con prepotencia, dijo a los demás países del mundo que “la Amazonía es nuestra, no de ustedes”, ignorando asì que un recurso tan valioso para toda nuestra especie, en realidad no tiene propietarios.
Ante esta situación, Noruega y Alemania, principales contribuyentes del Fondo Amazonía, decidieron interrumpir sus aportes, lo que desató la ira del presidente sudamericano.
Bolsonaro no está solo en sus disparates. El ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araujo, dijo hace poco que el cambio climático es un “dogma” utilizado por la izquierda para promover el desarrollo de China.
Algunas similitudes de estas posiciones con las del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no son una coincidencia.
