Por: Guillermo Alvarado

La ruda pelea por la modalidad en que se va a realizar el divorcio del Reino Unido de la Unión Europea, fechado por el momento para el 31 de octubre venidero, entró en una pausa por el cese de funciones del Parlamento británico que volverá a abrir sus puertas exactamente dentro de un mes.

El brexit, como se conoce a esta separación, se ha convertido en un proceso caótico para la clase política en Londres donde se han formado varias corrientes al respecto y dos primeros ministros perdieron su cargo en medio de la batalla, David Cameron y Theresa May.

Boris Johnson, actual jefe de gobierno, asumió el puesto en julio, pero no ha logrado avanzar mucho en su proyecto de ejecutar un “brexit duro”, es decir romper con el bloque continental sin ningún tipo de acuerdo y, sobre todo, evitar el pago que le exige Bruselas como compensación por el abandono de sus obligaciones.

De hecho, el cierre del Parlamento tiene que ver con este propósito, que ha sido calificado como un ultraje a la democracia por sus rivales, toda vez que impide el debate abierto y pretende ganar tiempo para consumar sus planes.

A Johnson, sin embargo, no le ha ido nada bien. Antes de poner candado al recinto legislativo cosechó el amargo récord de seis derrotas en seis días, lo que da una idea de cuánto debe remar contra la corriente, incluso en su propio partido, el Conservador.

Los duros golpes recibidos por el primer ministro incluyen una ley que prohíbe el brexit duro, es decir que le obliga a pedir un plazo adicional a la Unión Europea para romper los nexos comunes si al 19 de octubre no se ha logrado un nuevo acuerdo.

Johnson trató de evadir este escollo con la convocatoria a elecciones anticipadas para el 15 de octubre, con la esperanza de obtener un mandato fuerte de los ciudadanos e imponer sus condiciones, pero también en esta iniciativa recibió el voto negativo de los legisladores.

Enfadado, expulsó a 21 miembros de su partido, algunos de ellos con una larga trayectoria conservadora, lo que en lugar de darle más fuerza, debilitó sus posiciones y lo dejó expuesto a la pérdida de la mayoría.

Además de su propio empecinamiento, Johnson está cautivado por la promesa que le hizo el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de que si rompe sin acuerdos con el bloque europeo, firmará el mayor pacto comercial jamás visto en la historia de ambos países.

Aun con la pausa parlamentaria, es indudable que Londres, Bruselas e incluso Washington, son un hervidero de negociaciones y manejos más o menos turbios en torno a un proceso inédito, cuyas consecuencias aún no se pueden medir por completo pero que muchos anticipan como dañinas para todas las partes involucradas. Ya veremos. FIN