Por: Guillermo Alvarado

Hundido en las encuestas de cara a las elecciones presidenciales de Argentina del 27 de octubre y en medio de una profunda crisis económica, Mauricio Macri comenzó a recibir un poco de respiración artificial por parte de la ultraderecha financiera mundial, lo que no siempre se puede considerar como un favor.

En esta ocasión el apoyo vino de una figura polémica, bastante conocida en los medios políticos de la nación austral y cuyo nombre está detrás de la oleada neoliberal que empobreció a gran parte de la población en nuestra área.

Nos referimos a Anne Osborne Krueger, académica estadounidense, antigua economista jefe del Banco Mundial y ex directora gerente del Fondo Monetario Internacional, FMI. Fue la primera mujer que ocupó este cargo, antes que la francesa Christine Lagarde.

 En el plano ideológico se define a sí misma como “la derecha de la derecha” y como funcionaria se considera implacable.

Pues bien, esta señora, de 84 años e investigadora de la universidad John Hopkins, quien tuvo que ver con la crisis argentina de 2001 que terminó con la fuga apresurada del entonces presidente Fernando de La Rúa, defendió las políticas neoliberales de Macri y dijo que debieron ser mucho más profundas para resolver, según ella, los agudos problemas del país.

Manifestó Krueger que “la crisis argentina demanda la continuidad de las medidas fiscales, monetarias y cambiarias delineadas en el programa del FMI”. El país, agregó, requiere reformas estructurales, en particular una reducción del tamaño del sector público, comenzando por el sistema de pensiones.

Ni más ni menos que lo que hizo Macri en sus primeros años de gobierno, cuando puso fin a los subsidios para los servicios básicos de transporte, energía, salud, agua y educación y eliminó decenas de miles de plazas en la administración estatal.

Cuando agobiado por la crisis cambiaria el gobierno neoliberal argentino acudió al FMI para solicitar un oneroso préstamo, Krueger mostró su beneplácito y aseguró que así se garantizaria la permanencia de capitales foráneos en el país y que además el Fondo podría aconsejar las políticas apropiadas para  mejorar las perspectivas económicas, algo que obviamente condujo al fracaso.

La economista conservadora estadounidense se atrevió a lanzar amenazas a un eventual nuevo gobierno, cuando aseguro que “Argentina necesita cuidados intensivos. Los candidatos presidenciales deben comprometerse, precisó, a implementar reformas serias, o el doctor puede decidir desenchufarlo”.

Quizás habría que recordarle a esta señora que no se trata de que el FMI “desenchufe” la economía del país austral, sino precisamente de todo lo contrario, que un futuro ejecutivo sea capaz de “desenchufar” al Fondo y sacarlo fuera de las fronteras como hizo, con éxito, Nestor Kirchner, una lección que muchos recuerdan todavía.