POr: Roberto Morejón
Al suspender los vuelos de aerolíneas estadounidenses a aeropuertos de la mayor de las Antillas, con la excepción de La Habana, la administración de Donald Trump cercena aún más el derecho de sus ciudadanos a viajar y, de paso, obstruye el contacto entre familias cubanas.
Con el carcomido pretexto de aumentar las consecuencias sobre el llamado régimen de Cuba por sus invocados apoyos a Venezuela, la Casa Blanca borra la presencia de aviones estadounidenses de nueve aeropuertos en la nación caribeña, como hizo antes de sus puertos, al prohibir el atraque de cruceros.
La restricción de los vuelos de compañías de la Unión encarecerá los traslados de cubanos americanos deseosos de relacionarse con sus familiares.
Una persona en ese caso con allegados en el oriente del país caribeño deberá transportarse a casi mil kilómetros y hacer lo mismo a su retorno.
Con frenesí, la extremista administración de la primera potencia militar y económica del mundo se ensaña contra un pequeño país, al que bloquea hasta con el aprovisionamiento de combustible.
Igualmente prohibió el arrendamiento a Cuba de aeronaves asentadas en compañías estadounidenses y la importación de La Habana de bienes con más de 10 por ciento de componentes oriundos de la nación norteña.
Debemos recordar que anteriormente el belicista gobierno republicano redujo drásticamente su presencia diplomática en La Habana y desautorizó los viajes de aviones privados y yates.
Asimismo, recortó el envío de remesas y aplicó el título III de la Ley Helms Burton que permite demandas de ciudadanos en Estados Unidos, cuyas propiedades fueron nacionalizadas en Cuba.
Así tenemos un panorama más preciso de la magnitud del paroxismo con que Trump y sus subordinados manejan las relaciones con Cuba.
Su objetivo es recortar los vínculos y aniquilar el ejemplo de un país independiente y soberano, alejado de los patrones económicos y políticos acuñados por la potencia expansionista y guerrerista.
Al hablar también de que Cuba comete presuntas fechorías en el concierto internacional, los voceros de Washington olvidan que, como prueban las investigaciones hacia un posible juicio a Trump, es esta administración y su presidente los que actúan sin escrúpulos.
No tienen moral para sancionar con fines de exterminio a Venezuela, Cuba y casi tres decenas de países.
La comunidad internacional deberá tomar nota de la embestida estadounidense cuando la ONU examine en noviembre un informe de Cuba, que insta a poner fin al bloqueo que pronto cumplirá seis décadas.