Por: Roberto Morejón
Gobiernos de derecha en América Latina apelaron a sus bien equipadas fuerzas antimotines para, en escandalosos alardes represivos, tratar de abortar movimientos de protesta anti-neoliberales.
Chile y Colombia, por solo mencionar dos ejemplos, afloran entre los casos más sonados por la virulencia de los métodos empleados por los llamados agentes del orden y la magnitud de sus excesos.
Carabineros es la policía de Chile que aglutina contingentes encargados de la seguridad, y a 92 años de creada enfrenta desaprobación acentuada.
Los chilenos demandaron una reforma de ese cuerpo durante la presente conmoción social.
Teniendo como blanco la aguda desigualdad, el desempleo juvenil, las exiguas pensiones y la ruina de la educación pública, los chilenos desfilan por calles y plazas, en desafío al gobierno y a los carabineros.
El referido contingente policial recibió críticas de ciudadanos y organizaciones locales y extranjeras por uso excesivo de la fuerza contra manifestantes y transeúntes.
A los miembros de la repudiada institución armada los responsabilizan por graves abusos en la detención de personas, torturas, asaltos sexuales y tentativas de homicidios.
Los polizontes utilizaron escopetas de perdigones y cartuchos de gases lacrimógenos disparados con armas antidisturbios.
El Instituto Nacional de Derechos Humanos de Chile atribuyó a las escopetas de perdigones la causa de más de 220 lesiones oculares, algunas de ellas muy graves que ocasionaron ceguera.
Una situación neurálgica con su cuerpo antimotines también la vive Colombia, donde el ESMAD, Escuadrón Móvil Anti Disturbios, trata de sembrar el pánico.
El joven de 18 años Dilán Cruz murió de un disparo en la cabeza por un agente del ESMAD.
Investigaciones posteriores arrojaron la presencia de piezas de metal en el cráneo del adolescente, por el uso de proyectiles conocidos como “recalzados”.
De acuerdo a versiones de prensa, esas municiones estarían conformadas por residuos de los lacrimógenos rellenados con pólvora, puntillas y otros materiales, para una dosis letal.
El horror rodea la historia nefasta de Dilán Cruz, convertido en símbolo de las protestas por la represión contra los participantes en el paro nacional del pasado día 21, prolongado después, en contra de medidas neoliberales del presidente Iván Duque.
La defensa de los gobiernos de Chile y Colombia de la actuación de sus cuerpos antimotines pone de relieve hasta dónde la derecha está dispuesta a llegar para exterminar la disensión.
Auto-presentados como demócratas, Piñera y Duque han sido alentados por funcionarios estadounidenses por el manejo de las protestas con mano dura. FIN