Por: Guillermo Alvarado
Cuentan que ante la imposibilidad de una victoria por las armas, el conquistador macedonio Alejandro Magno sólo pudo entrar a la región de Bactria, o Bactriana, que hoy hace parte del territorio de Afganistán, casándose él o sus lugartenientes con las hijas de los reyes locales.
Desde entonces esta es una zona inexpugnable, donde muchos ejércitos perdieron los dientes a lo largo de la historia y toca el turno ahora al más grande y moderno del planeta, el de Estados Unidos, que lleva 18 años en el inútil empeño de derrotar al terrorismo, implantar “la democracia” y modernizar a ese país.
Es la guerra más prolongada en que se ha visto envuelto el imperio norteño en toda su vida, también va camino a ser una de las más caras y sin duda figura como la más plagada de mentiras para engañar al pueblo.
Así se desprende de la publicación de más de mil páginas con información clasificada sobre ese conflicto que hizo el diario The Washington Post, luego de un litigio de tres años con el gobierno que hizo todo lo posible por mantenerlas en secreto.
La invasión comenzó en octubre de 2001, luego de los atentados contra las torres gemelas de Nueva York. Aunque ninguno de los 19 presuntos responsables del ataque era afgano (15 eran de Arabia Saudita; 2 de Emiratos Árabes Unidos; un egipcio y un libanés), el presidente George W. Bush atacó Afganistán porque dijo que era la sede de la organización Al Qaeda y daba refugio a Osama Bin Laden.
Comenzó así un largo rosario de falsedades, entre ellas que era un conflicto fácil de ganar, cuando la realidad fue totalmente contraria a esta idea.
Ni el Pentágono, ni sus aliados de la OTAN conocían nada del país centroasiático, no tenían idea de a lo que se enfrentaban y los fiascos comenzaron a acumularse pronto, por lo que hubo que maquillar los datos y falsear las encuestas para hacer creer a la gente que estaban haciendo lo correcto.
Más de 775 mil soldados estadounidenses han pasado por esa región y de ellos dos mil 300 murieron y 20 mil 589 fueron heridos, según datos oficiales del Departamento de Defensa. Los costos son altísimos, entre 934 mil y 978 mil millones de dólares y los resultados resultan irrisorios en términos militares.
Cada año los tres presidentes involucrados en la contienda, Bush hijo, Barack Obama y Donald Trump han mentido sobre imaginarios progresos y una pronta victoria. También lo hicieron políticos, militares y diplomáticos, según los papeles revelados por el Post.
Las autoridades afganas impuestas por el ejército de ocupación son corruptas en extremo, Al Qaeda mantiene un elevado poder militar, el terrorismo se ha expandido y la producción de drogas en lugar de disminuir, aumentó considerablemente.
El coronel Bob Crowley, exconsejero de contrainsurgencia entre 2013 y 2014, denunció que cada dato fue alterado para presentar a la población el mejor cuadro posible sobre la marcha de la contienda.
Ya es de sobra conocido que la verdad es la primera baja en toda guerra que libra Estados Unidos, como ocurrió en la Península de Corea y en Vietnam, pero lo que se está viendo en Afganistán rompe todos los moldes y muestra cómo el complejo militar industrial es capaz de cualquier cosa para mantener su próspero negocio: fabricar y vender instrumentos de la muerte.