Una oportuna conmemoración

بقلم: Lorena Viñas Rodríguez
2020-01-16 07:29:13

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Foto: yadvashem

Por: Guillermo Alvarado

Varios países y entidades internacionales realizan los preparativos para una jornada de conmemoración sobre uno de los horrores más grandes ocurridos durante la II Guerra Mundial, como lo fue el asesinato de millones de seres humanos en los campos de concentración que la Alemania nazi sembró en territorios europeos.

La Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Unesco, informó la víspera que las actividades iniciarán en su sede en París el 22 de enero y finalizarán el día 27 en Polonia, cuando se cumple el aniversario 75 de la liberación por el Ejército Rojo del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau en 1945.

En ese lugar los fascistas concentraron a un millón 300 mil personas, de las cuales fueron ejecutadas un millón 100 mil, la mayoría de ellas judíos, pero también hubo entre las víctimas gran cantidad de polacos, gitanos, prisioneros de guerra soviéticos y de otras nacionalidades.

Auschwitz-Birkenau es un símbolo de lo que significó para la humanidad la instalación de un régimen basado en el odio, el supremacismo xenófobo, el odio irracional hacia lo que es diferente o ajeno y la creencia absurda de que es posible consolidar una raza que domine por toda la eternidad al resto de nuestra especie.

Pero más allá del simbolismo, también es un llamado de atención sobre cómo en estos momentos el huevo de la serpiente ya se incubó de nuevo y su fruto de dientes afilados y mordedura fatal recorre de nuevo este mundo con modernos disfraces y discursos, en cuyo fondo yacen las mismas ideas con que Adolfo Hitler envenenó al mundo y casi lo destruye.

Hace 75 años la comunidad internacional quedó conmocionada al descubrir los horrores de Auschwitz-Birkenau, Majdanek, Chelmno, Belzec, Sobibor, Treblinka, Buchenwald y Dachau, pero no son muchos los que vislumbran que eso mismo está ocurriendo ahora en Afganistán, la Franja de Gaza, Iraq, Siria, Libia o Yemen.

Cuán poca diferencia hay entre las ideas de Hitler y las de Donald Trump, que busca “hacer grande de nuevo a Estados Unidos” oprimiendo, o suprimiendo a otros pueblos, o cuando habla, por ejemplo de los migrantes que tratan de llegar a su territorio en busca de un sueño inexistente.

Que poca diferencia hay entre el Hitler que dijo: “los derechos inherentes a la libertad individual deben subordinarse al deber de defender la raza”, y la presidenta de facto boliviana, Jeanine Áñez, que llamó a formar un frente para evitar que “los salvajes”, los indígenas, retornen al poder.

Que otra cosa pasa en Chile casi todos los días, donde el presidente Sebastián Piñera y sus soldados y carabineros desentierran sin pudor las ideas de Augusto Pinochet y se lanzan contra el pueblo indefenso.

Para quienes tuvieron la efímera idea de que el fascismo había muerto, conviene recordarles, quizás, el último párrafo de la novela “La peste”, de Albert Camus, dirigido a una multitud que celebraba con júbilo el fin de una epidemia bubónica, igual que el mundo celebró la derrota de los nazis y los fascistas.

Ese bacilo no muere ni desaparece jamás, advierte. Puede estar decenas de años dormido en los muebles y la ropa; puede esperar pacientemente en las habitaciones, pero un día vendrá en que para desgracia y enseñanza de los hombres, la peste despertara a sus ratas y las enviará a morir entre una ciudad feliz.



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