Por: Guillermo Alvarado
Algunos sobrevivientes y familiares de víctimas del holocausto nazi durante la II Guerra Mundial se congregaron en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, en ocasión del 75 aniversario de la liberación de ese sitio por el Ejército Rojo de la Unión Soviética, el 27 de enero de 1945.
En ese lugar, que formaba parte de un complejo sistema de exterminio creado por el régimen de Adolfo Hitler, murieron alrededor de un millón 100 mil personas, la mayoría de ellos judíos, pero también hubo decenas de miles de gitanos, polacos, comunistas y prisioneros de guerra soviéticos.
A pesar de que algunas potencias occidentales, entre ellas Estados Unidos, tenían informaciones sobre este programa de ejecuciones masivas llevado a cabo por la Alemania nazi, el mundo se fue enterando a cuentagotas de los horrores perpetrados por la intolerancia, el odio, la xenofobia y el racismo.
Si bien existe abundante material histórico, literario y cinematográfico sobre estos hechos, ocurre que nuestra especie mantiene una tendencia al olvido o el desinterés por estas tragedias que son mancha indeleble en nuestra conciencia colectiva.
Por eso pienso que es positivo conmemorar este 75 aniversario de la liberación de Auschwitz, cuando estaba habitado por unas cien mil personas al borde de la muerte por enfermedades y hambre, pero también es ocasión propicia para recordar otros holocaustos que ocurrieron recientemente, o tienen lugar en estos días ante una pasmosa indiferencia de la comunidad internacional.
Hablo, por ejemplo, de los cientos de miles de palestinos que desde la creación del Estado de Israel hasta nuestros días han sufrido un sistemático proceso de exterminio, robo de sus tierras, destrucción de viviendas, éxodo forzoso y negación de sus derechos más elementales.
Si es correcto recordar el holocausto judío a manos de los nazis, no lo es olvidar el genocidio de los palestinos perpetrado por el sionismo.
Pero el mundo también voltea la mirada sobre otros hechos dolorosos, como la matanza en Yemen desde que una coalición liderada por Arabia Saudita con apoyo de occidente comenzó en 2015 una guerra absurda.
Más de 230 mil yemeníes ha muerto por las balas, bombas, hambre o enfermedades, de ellos 85 mil niños, en medio de un oprobioso silencio.
En Birmania la intolerancia religiosa y racial ha causado la muerte de 25 mil miembros de la comunidad rohinya y tres cuartos de millón debieron escapar para salvar sus vidas, si así se puede llamar a las miserables condiciones en campamentos insalubres a donde casi no llega la ayuda indispensable.
Cómo no recordar a los 50 mil muertos, 39 mil desaparecidos y medio millón de encarcelados en Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, Uruguay y Paraguay durante la Operación Cóndor; o los 200 mil fallecidos y las 440 aldeas borradas del mapa durante las acciones del ejército guatemalteco contra la población indígena.
Larga es la lista, y corta la memoria sobre los horrores cometidos por nuestra especie en estos últimos 75 años y que compiten o rebasan la perfidia nazi. Ahora que resurge el fascismo en numerosos lugares de la tierra, amigos, conviene no olvidar, ni lo de entonces, ni lo de ahora.
