Por: Roberto Morejón
Una rápida respuesta de Rusia para ratificar la continuidad de vínculos con Venezuela y la certeza de que Estados Unidos arruina el comercio internacional con sus sanciones, fueron reacciones relevantes a las penalizaciones de Washington contra la petrolera Rosneft.
En su frenética carrera de escarmientos a los que actúen diferente a su criterio, la administración de Donald Trump dio un paso muy agresivo al castigar a Rosneft Trading, filial del consorcio ruso.
El argumento es trivial al alegar los vínculos de la entidad con Caracas en la rama petrolera, cuando -como alegó Moscú- los acuerdos son anteriores a la imposición de los correctivos de Washington.
Por otra parte, Rosneft y otras empresas amenazadas con próximas puniciones están en su derecho de ejercer el libre comercio, torpedeado por quien asume el papel, no aprobado, de gendarme mundial.
Además de intentar derrocar por cualquier vía al gobierno de un país soberano para apoderarse de sus recursos energéticos, Estados Unidos lo presiona para situarse en mejor posición en el comercio de hidrocarburos.
En su enérgica respuesta a las imposiciones a Rosneft, la cancillería rusa denunció las aspiraciones de Estados Unidos de lograr la hegemonía global e intentar someter a todo el mundo bajo su voluntad.
En esa acertada línea de pensamiento, el gobierno encabezado por el presidente Vladimir Putin llamó la atención de que con sus recurrentes sanciones, la potencia del Norte persigue crear mejores condiciones para sus compañías.
No hay dudas de que más allá de la política de odio contra Venezuela por su apego a intereses nacionales, Estados Unidos asesta nuevos golpes a los productores rusos en el mercado internacional.
Moscú recordó al respecto las cortapisas adoptadas recientemente a empresas rusas de la rama militar.
No puede desligarse tampoco la embestida contra Rosneft de la reciente visita a Caracas del jefe de la diplomacia rusa, Serguei Lavrov, quien -para disgusto del magnate republicano- reafirmó los lazos con Venezuela.
Analistas destacaron que en sus enfebrecidos ataques contra el gobierno bolivariano, Trump no repara en deteriorar aun más sus nexos con un actor internacional de peso como Rusia.
Todos recuerdan las correcciones contra ese país instigadas por Washington con el pretexto de la adhesión de Crimea a Rusia.
Hasta hoy se mantienen para complicar el comercio internacional, ya agobiado por apetitos geopolíticos.
Los inquilinos de la Casa Blanca deben asumir la responsabilidad por lo que Moscú definió así: “con la presión económica y militar no lograrán nada, solo profundizar la crisis en las relaciones bilaterales”.