Por: Guillermo Alvarado
Un informe de la Organización Meteorológica Mundial, OMM, presentado esta semana en la sede de la ONU en Nueva York, confirma lo que toda la humanidad tuvo oportunidad de sentir en carne propia, y es que la década 2010-2019 fue la más cálida en la historia y la tendencia parece irreversible.
El año pasado fue el segundo con más calor conocido hasta ahora y el 2020 comenzó con nuevas marcas en la temperatura, que ya está en 1,1 grados centígrados por encima de la era preindustrial, es decir antes de que se generalizara el uso del carbón y los hidrocarburos fósiles.
Los investigadores señalaron que el invierno fue atípico en casi todo el mundo, de manera particular en los polos del planeta, donde se aceleró el deshielo y los desprendimientos de glaciares.
En esto tuvo que ver el humo generado por los grandes incendios que devastaron la Amazonía y Australia, que le dio la vuelta al mundo y afectó el clima.
Pero el calor no sólo se sintió en la tierra. Los mares también sufrieron los efectos de un calentamiento sin precedentes lo que está dañando la flora y la fauna marítimas.
Igual que hacen los grandes bosques, los océanos funcionan como reguladores del nivel de bióxido de carbono en la atmósfera. De acuerdo con la OMM, desde 2010 la absorción de CO2 se incrementó en 23 por ciento, lo que es bueno para el clima, pero muy malo para los mares porque modifica la composición química de sus aguas, que se calientan, se acidifican y pierden oxígeno, una combinación peligrosa para los ecosistemas, los peces y los corales.
Además, el derretimiento de los polos aumenta el nivel de los mares, que desde 1993 han subido entre 6 y 10 milímetros, amenazando a varias islas.
Mientras, en tierra firme se incrementan fenómenos extremos, como olas de calor, tormentas y huracanes. Lo ocurrido el año pasado en Bahamas y Japón es una clara señal de alerta que no debe tomarse a la ligera.
La Organización Meteorológica Mundial también precisó que la sequía y el calor generan una sobrepoblación de insectos, entre ellos los mosquitos que transmiten numerosas enfermedades.
En 1970 sólo existía dengue en 9 países, pero en la actualidad es endémico en 128 naciones y amenaza a 96 millones de personas. En América Latina hasta octubre de 2019 se registraron 2,7 millones de casos, con más de mil 200 fallecidos.
Nadie puede asegurar que el calentamiento global tenga que ver con las mutaciones de microorganismos, como ocurrió con la nueva cepa del coronavirus que tiene en vilo a todo el mundo, pero tampoco se puede negar que cada vez más la humanidad tiene que aprender a convivir con nuevas y peligrosas enfermedades.
No se puede predecir con exactitud, entonces, lo que puede ocurrir en el futuro, pero si estamos seguros de que le heredaremos a nuestros descendientes un planeta muy diferente al que recibimos y que la expresión generalizada de !qué calor!, de hoy día, no tendrá nada que ver con lo que sentirán nuestros nietos y bisnietos.
Además, honestamente no veo cómo los Acuerdos de París, firmados hace casi cinco años y aún sin ponerse en vigor, puedan ayudarnos a resolver este problema.