Por María Josefina Arce.
En los últimos meses ha ido ganando terreno una nueva modalidad laboral en Cuba, adoptada para beneficiar a la población ante circunstancias especiales.
El teletrabajo, o trabajo a distancia, se comenzó a poner en práctica en una mayor medida a finales del pasado año, ante la escasez de combustible por el recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos.
La persecución estadounidense a buques que transportaban petróleo hacia Cuba y las sanciones contra compañías ligadas a ese sector llevaron a serias limitaciones en el transporte público, con las consabidas afectaciones a la población.
A raíz de esa temporal situación energética las entidades estatales realizaron también ajustes en sus horarios y actividades para disminuir el consumo de electricidad en las horas de mayor demanda.
Ahora la compleja situación sanitaria que vive el mundo por la COVID 19 y a la que la Mayor de las Antillas no escapa ha llevado a que se potencie aún más por el gobierno esa alternativa, avalada por el Código del Trabajo.
Para ponerla en práctica, han explicado las autoridades, el empleador debe elaborar un suplemento al contrato, en el cual se modifica el lugar donde se realizan las actividades laborales, acordado anteriormente entre las partes.
Las autoridades buscan disminuir la movilidad y concentración en centros de trabajo y el transporte público para que el nuevo coronavirus causante de la COVID 19 no se propague por el territorio nacional.
Es una medida encaminada a garantizar la seguridad de los ciudadanos, y evitar también que sufran afectaciones económicas las familias.
El panorama sanitario mundial es bien complejo. La COVID 19 tiene un alto grado de contagio y las medidas adoptadas por las autoridades cubanas, como incentivar el teletrabajo o trabajo a distancia, tienen como finalidad una vez más proteger la salud de todos los cubanos.