Por: Guillermo Alvarado
Al caprichoso magnate Donald Trump, actual presidente de Estados Unidos, le ha tocado vivir días oscuros que están llenando de obstáculos su camino para mantenerse otros cuatro años en la Casa Blanca, algo que apenas a principios de año parecía una certeza absoluta.
El mandatario sobrevivió al juicio político que algunos miembros del Partido Demócrata, con más pasión que sentido común, impulsaron en su contra y se preveía que esta victoria le daría un impulso inalcanzable en la pugna por su reelección, como habría ocurrido en tiempos normales.
Pero intervino la pandemia de Covid-19 que diluyó el gusto de la victoria y comenzó a pegar donde a Trump más le duele, la economía. Hasta entonces había logrado sembrar en la mente de muchos ciudadanos que él había salvado al país, recuperado el crecimiento y derrotado al desempleo.
La enfermedad vino a demostrar que todo eso era un mito, una fantasía y los ánimos comenzaron a desinflarse en la medida en que la principal potencia del planeta se mostró incapaz de lidiar con una crisis que otros habían superado.
Su molesta manía de buscar culpables cuando las cosas no salen a su gusto, incluso su salida y acusaciones contra la Organización Mundial de la Salud, no le ayudaron a mejorar su imagen.
En plena caída, reventó el masivo descontento contra el racismo y la brutalidad policial tras el asesinato de George Floyd, perpetrado por un oficial blanco que parecía disfrutar mientras lo filmaban ejecutando a su víctima.
Trump, como todos los extremistas, aplica al dedillo aquella norma de que, si la realidad no coincide con mis ideas, tanto peor para ella. No obstante tiene que haberse dado cuenta de que el fiasco en su mitin electoral del sábado en Tulsa, Oklahoma, es una seria advertencia para sus aspiraciones.
Lo había anunciado como un regreso triunfal, apoteósico, a la carrera por las votaciones del 3 de noviembre, y casi salió con la cola entre las piernas.
Hubo de cancelar un encuentro público en las afueras del estadio BOK Center, previsto antes del mitin, porque sólo había unas decenas de personas esperándolo. Una vez adentro, varias filas de asientos vacíos deben haber golpeado fuerte el ánimo del presidente, ávido de masas.
Para colmo, seis miembros del equipo organizador dieron positivo al SARS-CoV-2 horas antes del evento.
Como colofón, este martes está a la venta el libro del ex-mejor amigo de Trump, su antiguo asesor de Seguridad Nacional, John Bolton. Como dirían en mi pueblo, son coyotes de la misma loma que ahora se disponen a devorarse entre ellos. Ganará el peor de ambos, pero seguro conoceremos un poquito mejor las bajezas que adornan al presidente de Estados Unidos.