Por: Roberto Morejón
Si bien salvar vidas representa el objetivo crucial en medio de la pandemia por la COVID-19 , otros asuntos relacionados con ese padecimiento letal atraen la atención.
Los entendidos llaman la atención sobre el aumento descontrolado en el mundo de desechos contaminados, incluyendo los de uso sanitario, tanto en tierra firme como en mares y ríos.
Estadísticas refieren que en plena pandemia Manila, la capital de Filipinas, generó 280 toneladas adicionales de desperdicios de origen médico al día y Yakarta, en Indonesia, desató 212 toneladas.
Solo en los primeros 15 días de marzo, España produjo la misma cantidad de residuos hospitalarios que en todo 2019.
La propagación del nuevo coronavirus impulsó la demanda de envases plásticos y obligó a las industrias a fabricar máscaras, guantes, ropa, aditamentos y kits de prueba a partir del referido material.
En medio de la batalla por atender a miles de pacientes, NO siempre los administrativos de los nosocomios pudieron llevar los desechos a las plantas de reciclaje, algunas de ellas paralizadas por el confinamiento.
La insuficiencia de personal y equipos para procesar los rescoldos hospitalarios de manera segura también arrojó fuego al problema.
No pocos accesorios encontraron lugares de destino inapropiados después de utilizados.
Ahora, cuando en decenas de países emprenden la desescalada de las restricciones, el lógico furor por alternar al aire libre ha traído como consecuencia el abandono de utensilios plásticos, productos de higiene, mascarillas y guantes.
La coyuntura es propicia para emitir alertas, y así lo hicieron organismos especializados de la ONU.
El llamado al mundo aboga por una buena gestión de desechos médicos y de otro tipo.
Si es necesaria una disciplina estoica para resguardarse de los efectos del virus SARS-Cov-2, también hay que ser celosos al velar por la preservación del entorno.
Por irresponsabilidad del Hombre, los mares y océanos todavía siguen con objetos extraños, a pesar de campañas bien intencionadas.
Será imperativo abrirle paso a un mensaje que avanza con dificultad en medio de las noticias sobre contagios y rebrotes de la COVID-19 : “la indiferencia mata”.
Hacer más favorable el medio ambiente ha sido propósito de larga data y el nuevo coronavirus no debe impedirlo.