Imagen de Fiscalía General de la Justicia en Tamaulipas.
Por: Roberto Morejón
Sin que las autoridades pudieran frenarla, la violencia se afincó en el norte de México, donde actúan bandas de narcotraficantes, migrantes en ruta a Estados Unidos y traficantes de seres humanos.
La aparición de casi una veintena de cadáveres calcinados en un vehículo abandonado en un remoto paraje del estado mexicano de Tamaulipas, trajo nuevamente a la palestra la zozobra reinante en la región y el fatal destino de muchos viajeros.
Aunque testimonios afirman que los restos humanos pertenecen a migrantes centroamericanos víctimas del tráfico de personas, otros reportes apuntan a un choque entre bandas criminales.
En cualquiera de las alternativas, lo cierto es que más familiares lloran a sus parientes, desaparecidos o muertos, en el peligroso trayecto entre Centroamérica y la frontera sur de Estados Unidos.
Los hechos más recientes recuerdan a las masacres ocurridas en San Fernando, Tamaulipas, en 2010, y Cadereyta, Nuevo León, en 2012, alertó la ONU.
Los involucrados en los desplazamientos salen de sus países aguijoneados por circunstancias económicas desfavorables, reunificación familiar y entornos de violencia y persecución.
A esto se suma que las condiciones de vida se agravaron a raíz de la pandemia por la covid-19 y el devastador paso de dos huracanes en 2020.
La carencia de alternativas para una migración realmente segura, ordenada y regular conduce a las personas a apelar a traficantes y rutas comprometidas, y a colocar sus vidas en una especie de ruleta rusa.
Las estadísticas más recientes disponibles revelan que la cantidad de migrantes muertos en las Américas en 2019 sobrepasó los 800, buena parte de ellos en la región al sur del límite estadounidense.
La comarca también atrae a contrabandistas de estupefacientes, cuyo mercado principal en el Hemisferio Occidental radica en Estados Unidos.
A pesar de lo sumamente riesgoso del límite con la nación norteña, muchos prefieren ignorarlo, tal y como hacen los integrantes de las caravanas, nacidas en el norte de Honduras.
Tanto la vía de acogerse a los coyotes como la de las marchas nutridas por vías visibles se han hecho habituales en la región.
Tanto es así que tales aventuras parecen tornarse inevitables en el panorama cotidiano, al igual que los decesos, en expresión de la magnitud del drama.