Por: Guillermo Alvarado
Durante las últimas semanas Haití es noticia debido a las manifestaciones convocadas por partidos políticos y otros sectores sociales para exigir la salida del poder del presidente Jovenel Moïse, quien goza, por cierto, del apoyo de Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos, OEA.
Y cuando se habla de esa nación caribeña, que comparte con República Dominicana la isla de La Española, casi siempre se le agrega el complemento de “país más pobre del continente”, lo que es cierto, pero no casual.
Allí ocurrió la primera Revolución de esclavos triunfante que culminó con la proclamación de la independencia de Francia el 1 de enero de 1804, acto que la metrópoli europea, con la posterior complicidad de Estados Unidos, le está haciendo pagar caro hasta el día de hoy.
Bajo la amenaza de las cañoneras francesas alineadas frente a Puerto Príncipe prestas a destruir la ciudad, el joven gobierno fue obligado a pagar un rescate por cada esclavo liberado para compensar a sus antiguos amos.
Esa obligación estuvo vigente hasta la II Guerra Mundial y para mantenerla Haití debió contratar onerosos créditos a banqueros franceses y estadounidenses. Al cambio actual se calcula que el monto pagado equivale a unos 21 mil millones de dólares, que habrían bastado para desarrollar al país.
Pero no es la única causa de la miseria que azota a ese hermano pueblo. Estados Unidos durante más de 60 años se negó a reconocer la independencia y en el siglo XX hizo todo lo posible para convertirla en cenizas.
Son numerosas las invasiones urdidas en Washington, desde que en 1910 el entonces presidente William Taft envió a la marina a “proteger” a un grupo de financistas que habían “comprado” el Banco Nacional de Haití.
Durante 31 años la potencia apadrinó a las dictaduras de los Duvalier y después impuso presidentes a su antojo y cuando alguno le resultó incómodo, como Jean Bertrand Aristide, le dio no uno, sino dos golpes de Estado.
Nada grafica mejor cómo Estados Unidos arruinó a esa nación del Caribe que lo ocurrido durante la administración Clinton.
Hasta entonces Haití no importaba arroz, porque producía más de lo que consumía, pero se le forzó a rebajar los aranceles del 40 al 3 por ciento a ese grano y resultó que el estadounidense era mucho más barato que el local. Decenas de miles de agricultores fueron a la ruina total.
¿Y saben quién estaba detrás de ese negocio arrocero? Nada menos que Tony Rodham, hermano de Hillary Clinton, quien también se involucró en la extracción de oro haitiano, con graves daños al medio ambiente.
Esto es apenas un ligero esbozo, porque dejaremos para otro día las tropelías de las misiones de la ONU y la mal llamada “reconstrucción” tras el terremoto de 2010. Mucha, demasiada tela, amigos, para cortar.