Foto: Archivo/RHC.
Por: María Josefina Arce
Duele la realidad de muchos niños en el mundo. Sumergidos en la pobreza, alejados de las escuelas; sin opciones para su pleno desarrollo, atrapados en actividades no acordes a sus edades para ayudar económicamente a sus familias.
El trabajo infantil afecta en la actualidad a 160 millones de menores en el planeta. Casi la mitad se registran en África, seguida de Asia y el Pacífico.
La Covid-19 vino a complicar el panorama. El cierre de escuelas y la pérdida de trabajos, muchos en el ámbito informal, ha llevado a numerosos pequeños a contribuir a los ingresos familiares.
En Cuba quedaron en el pasado aquellas imágenes de niños en las calles limpiando autos o zapatos y vendiendo periódicos, o de niñas incorporadas al servicio doméstico en casas de la clase pudiente.
Hace más de 60 años se desterró en Cuba el trabajo infantil. Nuestros niños pasaron a ser una prioridad y el respeto a sus derechos humanos una constante de nuestra cotidianidad.
Unicef, Fondo de la ONU para la Infancia, reconoce la voluntad política del estado cubano para garantizar el adecuado desarrollo y bienestar de sus niños. Una atención que empieza aún antes de nacer, gracias al Programa Materno-infantil que beneficia a todas las mujeres embarazadas.
De hecho Cuba se convirtió en 2015 en el primer país del mundo libre de transmisión Materno-infantil del VIH y la sífilis congénita.
En el archipiélago cubano ningún niño es invisible para la sociedad, ni las instituciones, todos los nacimientos son registrados y un 99,1% ocurre en centros de salud, asistido por personal calificado.
A diferencia de otras muchas naciones, en la Mayor de las Antillas todos los menores estudian gratuitamente.
Y aquellos que presentan algún tipo de discapacidad asisten a centros, donde son atendidos por personal especializado, que incluye pedagogos y de salud.
Pero también se han puesto en marcha otras variantes de inclusión socio- educativa, con la incorporación de estos infantes y adolescentes a las aulas de enseñanza de los distintos niveles, lo que constituye un reto para docentes y familias.
Nuestros niños disfrutan de su tiempo libre en actividades deportivas y culturales que contribuyen a su desarrollo físico e intelectual.
Cuba dijo NO al trabajo infantil hace más de seis décadas y desde el primer momento se dio a la tarea de velar por los derechos de su niñez, a la que protege y garantiza un adecuado desarollo, aún en las difíciles condiciones que impone el bloqueo norteamericano.