PNUD.
Por: Guillermo Alvarado
América Latina y El Caribe tradicionalmente ha sido una de las zonas más desigual del mundo, pero tras el surgimiento de la pandemia de covid-19 la mayoría de las distorsiones económicas y sociales se profundizaron, con peores resultados entre los sectores más vulnerables.
De esta manera quedó dibujado el panorama del conjunto de nuestros países en la cuarta edición del Informe Regional de Desarrollo Humano para 2021, presentado hace unas horas.
No por gusto, el documento lleva el sugerente título de: “Atrapados: alta desigualdad y bajo crecimiento en América Latina y El Caribe”, porque se trata en realidad de una trampa que se ha cerrado sobre los pueblos, que tienen pocas vías de escapatoria.
Esto casi siempre fue así, pero luego de un año y medio de crisis sanitaria se puso peor debido a que nada está diseñado para proteger a los débiles, sino todo lo contrario.
Las mujeres y las minorías étnicas siguen llevando la peor parte en cuanto a oportunidades de educación y empleo. Las medidas para contener el coronavirus impactaron con fuerza en la economía informal, en la que suelen estar inmersos muchos de los trabajadores.
La educación a distancia reveló las grandes diferencias entre el campo y la ciudad, así como entre los grupos de ingresos medios, con mayor acceso a las modernas tecnologías de comunicación, y los más pobres que se vieron excluidos de este proceso y muchos no volverán jamás a las escuelas.
De acuerdo con el informe, elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, se trata de un círculo vicioso marcado por la concentración de los recursos y el poder en muy pocas manos.
En la región el 20 por ciento de la población acapara el 56 por ciento de los ingresos, lo que les permite acceder a cargos con poder de decisión en el gobierno, desde donde perpetúan estas condiciones.
De esta desigualdad nacen otros problemas, como la violencia en todas sus variantes, la doméstica, la ejercida por el crimen organizado y la política, que se muestra en la brutal represión contra quienes se atreven a protestar en las calles.
Son varios los países donde se practican las ejecuciones extrajudiciales de defensores de los derechos humanos, de las minorías étnicas, los campesinos o el medio ambiente, sin que las autoridades cumplan su papel.
El PNUD advierte que la mayoría de la población se siente atrapada y frustrada por estas injusticias lo que, dicho en otras palabras, augura tiempos sombríos. FIN