Los aliados perfectos (+Foto)

بقلم: Martha Ríos
2021-08-18 22:38:26

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Tropas estadounidenses parten de territorio afgano. Foto: RTVE.es

Por Roberto Morejón (RHC)

La salida de los estadounidenses y la estrategia del gobierno demócrata para coronar el fin de la invasión y posterior ocupación de Afganistán, se aparta de un show glorioso.  

El desenlace quedará asociado al precipitado abandono de la embajada norteamericana en Kabul y de colaboradores y familiares escalando muros para NO ser desahuciados.

Atrás quedaba la quiebra del gobierno afgano, hecho a la medida de Washington, corroído por la corrupción y el desasosiego.

En medio del caos, tropas nativas entrenadas por efectivos estadounidenses con sofisticados armamentos prefirieron abandonarlos, huir o  entregarse.

Sellaban así un descalabro que en nada es patrimonio exclusivo de los afganos, como afirmara el presidente Joseph Biden, en un postrer intento de diluir el fracaso.

Los desaciertos NO iniciaron con la decisión de abandonar el escenario escurridizo, sino veinte años atrás al ordenar la invasión.

Las tres administraciones estadounidenses anteriores gastaron 145,000 millones de dólares en proyectos minados por la ineficiencia y la fermentación del personal gubernamental afgano.

Otros 83,700 millones de dólares se invertían en vigorizar las fuerzas armadas locales, solo eficaces en la estampida.

Tampoco resultaron creíbles los discursos para justificar la presencia de la potencia del Norte. Primero fue combatir a Al Qaeda y luego a los talibanes, hoy tan reanimados como para protagonizar una fulminante ofensiva hacia Kabul.

Fueron baldíos los intentos de la Casa Blanca de presentar al mundo un país pacificado por los invasores.

Foto tomada de Cubasí

Nunca lo fue, ni siquiera al partir los ocupantes en frenéticos vuelos de helicópteros Chinook y Black Hawk, un grito de la tecnología, inservible para encauzar a Afganistán bajo moldes extranjeros.  

En la Casa Blanca tomarán nota de la magnitud de una ruinosa aventura en Afganistán aún empobrecido, inseguro, donde murieron 2 400 estadounidenses que NO impidieron la humillación de la potencia.  

Como en la otrora Saigón, el mito de los invencibles gendarmes del mundo quedó menoscabado.

Igual que allá, en Afganistán permaneció en ascuas la suerte de los aliados, obligados a correr detrás de aviones.

Los que hoy en diferentes latitudes claman por intervenciones militares en sus países de origen, deberían presentir el destino que les aguarda si Estados Unidos un día deja de considerarlos útiles, como acaba de hacer en Afganistán.



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