Apuntes para una agenda (IX) (+Foto)

بقلم: Martha Ríos
2021-10-15 00:10:01

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EE.UU., cual águila, atrapa a sus presas entre sus poderosas garras, y con su gran pico punteagudo, les rasga la carne
hasta desangrarlas.
Imagen tomada de Archivo/RHC

Por Guillermo Alvarado (RHC)

Un período interminable de guerras a lo largo del siglo XIX le permitió a Estados Unidos consolidar su poderío, expandir su territorio y dedicar la siguiente centuria a imponer su hegemonía en el continente y el mundo, con su ejército como punta de lanza y una legión de inescrupulosos comerciantes.

La primera acción en esta nueva etapa fue la guerra filipino-estadounidense, entre 1899 y 1903, donde se cometió un feroz genocidio contra la población local que perdió alrededor de un millón y medio de habitantes, hombres, mujeres y niños, muchos de ellos en masacres perpetradas por venganza.

En ese lejano archipiélago los militares de la potencia agresora pusieron en práctica de manera masiva técnicas de tortura, algunas todavía utilizadas en estos tiempos como la simulación de ahogamiento, para obtener información de los soldados capturados.

La grave falta de los filipinos fue declarar su independencia luego de que Washington se apoderó de ese territorio por medio del Tratado de París, impuesto a España en 1898.

Otra buena parte de los primeros años del siglo XX la ocupó Estados Unidos en las llamadas “Guerras bananeras”, libradas contra países latinoamericanos y caribeños con el propósito de apoderarse de territorios y recursos naturales.

Haití, Panamá, Nicaragua, Cuba, Honduras, Guatemala, Colombia, República Dominicana y México, entre otros, fueron víctimas de maniobras políticas, económicas, comerciales y militares para apropiarse de sus riquezas.

Imagen tomada de Archivo/RHC

Nadie, quizás, dibujó tan bien estos conflictos como el guatemalteco Premio Nobel de Literatura, Miguel Ángel Asturias, en su llamada trilogía bananera, donde desnudó las perversas intenciones de ese imperio. En la novela ‘El Papa Verde’ pone en labios del protagonista, Maker Thompson, lo siguiente:

“¿Cree usted que nosotros nos proponemos el mejoramiento de esos pobres diablos?... ¿Cree usted que vamos a sanear esas zonas para que no se mueran? ¡Que se mueran! Lo más que podemos hacer es curarlos para que no se mueran pronto y trabajen para nosotros.”

Con estos propósitos se ocupó militarmente a Haití entre 1915 y 1934; Nicaragua desde 1912 hasta 1933; República Dominicana, de 1916 al 24, por sólo mencionar a algunas de las víctimas.

Entre los grandes beneficiados estuvieron los consorcios transnacionales United Fruit Company, Haitian American Sugar y Standard Fruit Company, cuyos propietarios eran políticos, multimillonarios o altos funcionarios estadounidenses que dispusieron de tierras y hombres a su antojo.

Son algunos ejemplos de democracia y respeto a los derechos humanos que el presidente Joe Biden puede exponer ante sus invitados, en la cumbre sobre estos temas que planifica realizar en diciembre próximo.      



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