Apuntes para una agenda (XI)

بقلم: Maite González
2021-10-29 08:25:55

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Hermanos John Foster y Allen Dulles

Por: Guillermo Alvarado

Terminamos casi octubre y estamos más cerca de la Cumbre virtual sobre Democracia, Derechos Humanos y lucha contra el Terrorismo, convocada por  el presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, para el 9 y 10 de diciembre venideros y que, hasta el día de hoy, no se ha suspendido.

En la página del Departamento de Seguridad Nacional del gobierno de España aparece una breve nota sobre este evento, donde dice que será ocasión de demostrar la capacidad de la democracia de “reconocer sus debilidades e imperfecciones y enfrentarlas de manera abierta y transparente”.

Con ese ánimo arribamos a la onceava edición de estos apuntes, que podrían servir a la Casa Blanca para explicar a sus aliados y servidores cómo desde el nacimiento mismo de Estados Unidos, ese país se ha dedicado a violar derechos y libertades e infundir el terror en buena parte del planeta.

Permítaseme parafrasear al escritor nacido en Hungría y nacionalizado británico, Arthur Koestler, para decir que los tambores de la guerra son el sonido más persistente a lo largo de toda la historia de la potencia norteña.

Concluidas las dos matanzas universales del siglo XX, la segunda mitad de esa centuria es rica en esos lamentables acontecimientos en América Latina y El Caribe, bajo el manto de la guerra fría y la doctrina de seguridad nacional.

Washington no dejó enfriar las armas y en 1954 culminó un proyecto financiado, organizado y dirigido desde esa urbe para poner fin al gobierno democrático de Jacobo Árbenz y asesinar la primavera de la libertad nacida diez años antes en Guatemala, tierra de la eterna tiranía.

El pretexto fue garantizar las propiedades de la United Fruit Company, supuesta víctima de un programa de reforma agraria que en realidad no afectaba los intereses de la frutera, de ingratos recuerdos.

Dos de los principales accionistas de esa transnacional eran los hermanos John Foster y Allen Dulles, el primero de ellos Secretario de Estado y el segundo director de la Agencia Central de Inteligencia, CIA, en esos años.

La intervención estadounidense abrió las puertas a un largo y sangriento conflicto armado interno en el país centroamericano que costó la vida a más de 250 mil personas, unas 50 mil están todavía desaparecidas y más de 400 poblados y aldeas fueron borradas del mapa, junto a sus habitantes.

Con el apoyo directo de Washington y de su principal gendarme, Israel, se cometió un genocidio fríamente planificado y ejecutado contra la población indígena, que fue víctima de atrocidades tales que sus autores harían palidecer de envidia a cualquier oficial nazi alemán.

Espero que con “apertura y transparencia”, Biden explique a sus invitados la vinculación de “su” democracia con estos crímenes.  



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