En las calles de la capital reina el caos y el desorden. Foto: AP
Por Guillermo Alvarado (RHC)
La terrible situación que vive Haití, el país más empobrecido del continente americano, se agudizó durante la semana que finaliza hoy debido al accionar de las pandillas que tienen bajo su control extensas zonas de Puerto Príncipe, la capital, y otras ciudades del interior.
Estos grupos armados atemorizan a la población y deterioran aún más la calidad de vida, ya dañada por la miseria, los fenómenos naturales, la injerencia de potencias extranjeras y la incapacidad de las autoridades locales para enfrentar estos problemas.
Son varios los servicios públicos que están afectados en barrios como Martissant, los bajos de Delmas, Cité Solei y Grand Ravine, al sur de la capital, donde tienen bajo su control incluso a numerosas escuelas que deben pagarles para poder trabajar.
Lo más acuciante en los últimos días, sin embargo, es la falta de combustible que ya afecta a numerosos sectores, debido a que las pandillas tienen bloqueados los accesos a los principales centros de distribución y no permiten la circulación de camiones cisterna.
El precario sistema de hospitales de Haití ya envió señales de alarma, porque tendrá que cerrar varios de sus servicios.
De concretarse esta amenaza significaría un duro golpe para la población más necesitada, cuya salud se ve muy afectada por la falta de infraestructura, equipos, medicamentos y especialistas.
También se conoció que puede dejar de funcionar la distribuidora nacional de agua potable, que necesita por lo menos 18 mil galones de diésel para operar durante dos semanas, pero no ha logrado reabastecerse.
Directivos de la entidad señalaron que no se trata de falta de dinero, sino de que los principales distribuidores están imposibilitados de trabajar.
Estados Unidos, que es en buena medida responsable por la inestabilidad que impera en el país caribeño, se ha limitado a ofrecer vehículos y pertrechos a la policía haitiana y hace pocas horas recomendó a sus ciudadanos que abandonen ese territorio mientras haya vuelos comerciales funcionando.
La advertencia podría ser un anticipo de que se avecina una oleada de violencia y caos, que en realidad está en marcha desde el asesinato en julio pasado del presidente Jovenel Moïse, que fue aprovechado por las bandas armadas para incrementar su poder.
Sería un buen momento para que la comunidad internacional demuestre su compromiso con ese país, no invadiendo como suele hacerse en casos similares, sino apoyándolo para que reencuentre su camino al desarrollo, la paz y la estabilidad.