En su primera declaración Xiomara Castro se pronunció por dejar “fuera la guerra, el odio y los escuadrones de la muerte, la corrupción y el narcotráfico”.
Foto: El Periódico

Por Guillermo Alvarado (RHC)

Con una ventaja prácticamente irremontable, la elección de Xiomara Castro a la presidencia de Honduras significa un nuevo aliento para ese país, el más empobrecido de Centroamérica y afectado por la corrupción, así como la violencia del crimen organizado y las pandillas.

Un factor importante en esta victoria fue la nutrida asistencia a las urnas, con la participación de 3,2 millones de votantes, de los 5,1 millones que forman el padrón electoral, lo que habla de las esperanzas de buena parte de la población en que se realice un cambio que traiga paz y desarrollo.

Los primeros siete meses de 2021 fueron particularmente violentos en la nación del Triángulo Norte Centroamericano, con dos mil 188 asesinatos, lo que significa el 13 por ciento más respecto a igual período del año anterior.

Además de la violencia impulsada por el crimen organizado y las pandillas, las llamadas “maras”, la nación también sufre de elevados índices de corrupción en casi todos los niveles de la administración pública.

Para que se tenga una idea, los dos candidatos que escoltan a Xiomara Castro en los resultados electorales, Nasry Asfura y Yani Rosenthal, han estado envueltos en diversos escándalos de esta índole.

Asfura, del Partido Nacional, el mismo del presidente saliente Juan Orlando Hernández,  fue acusado en 2020 de malversar fondos públicos y se le señaló como responsable de tráfico de influencias. Además, su nombre aparece en los Papeles de Pandora sobre desvío de dinero hacia paraísos fiscales.

Rosenthal, propuesto a la primera magistratura por el Partido Liberal, cumplió tres años de prisión en Estados Unidos por el delito de lavado de dinero.

Precisamente una de las promesas de campaña de Xiomara Castro fue terminar con estos males y en su primera declaración cuando el conteo de votos le daba amplia ventaja se pronunció por dejar “fuera la guerra, el odio y los escuadrones de la muerte, la corrupción y el narcotráfico”.

Hará falta mucho esfuerzo para lograr estas metas, en un país que tiene casi al 60 por ciento de sus habitantes viviendo por debajo del umbral de la pobreza, que ya era un azote antes y se profundizó con la crisis sanitaria por la pandemia de la Covid-19.

Queda pendiente todavía determinar cuál será la composición del nuevo Congreso de la República, que hasta ahora estuvo dominado por el Partido Nacional y que, de mantenerse así, obstaculizaría la gestión del ejecutivo.

De todas maneras hay un suspiro de alivio en muchos hondureños, para quienes por ahora la única salida es la migración, casi forzada, hacia Estados Unidos, una aventura con muy pocas posibilidades de éxito.