Para Kast (D) es más difícil tratar de maquillar sus ideas de extrema derecha y,
en particular, su pasado pinochetista. Foto: Archivo/RHC
Por Guillermo Alvarado (RHC)
Celebrado el último debate entre los candidatos a la presidencia de Chile, Gabriel Boric, de la progresista alianza Apruebo Dignidad, y José Antonio Kast, de la coalición de ultraderecha Pacto Social Cristiano, todo está listo para la ronda definitiva de los comicios el próximo domingo.
El encuentro, transmitido por radio y televisión, mostró a dos aspirantes muy preocupados por enseñar una imagen moderada, dirigida al centro del espectro político y los indecisos o ausentes en la primera vuelta, que fueron el 53 por ciento del electorado y podrían ahora decidir el resultado.
La tarea es más fácil para Boric, un candidato de 35 años, la edad mínima para ser presidente en esa nación, que viene de las luchas estudiantiles de 2011, aunque con poca experiencia en el complejo mundo de la política electorera y partidista.
“Espero ser el presidente de todos los chilenos, que dé certezas y tranquilidad, y sepan que vamos a dar lo mejor de lo nuestro para poder construir un país más justo, más igualitario”, dijo, y reiteró sus promesas de mejorar las pensiones, aumentar impuestos a los más ricos y combatir la corrupción.
Para Kast es más difícil tratar de maquillar sus ideas de extrema derecha y, en particular, su pasado pinochetista.
Como publicó la revista alemana Der Spiegel, Kast “no regaña ni ladra” como su homólogo brasileño Jair Bolsonaro, sino que emplea un lenguaje sutil respaldado por una sonrisa de pastor de iglesia, por donde desliza su perfil ultraconservador, misógino y xenófobo.
En las últimas semanas ha buscado mostrarse como un demócrata moderado y negó que vaya a disolver el Ministerio de la Mujer, pero la gente no olvida que cuando fue diputado votó en contra de todas las leyes que buscaban favorecer al sector femenino de Chile.
Tampoco se deja de lado que durante su época de estudiante universitario fue un activista por la permanencia del dictador Augusto Pinochet, que su hermano Miguel fue ministro en ese régimen o que atacó con furia al movimiento por la diversidad sexual y las iniciativas por el medio ambiente.
Faltan apenas cuatro días para la segunda y definitiva vuelta, y la mesa está servida aunque pocas veces el ambiente electoral chileno había sido tan polarizado y, al mismo tiempo, tan indefinido respecto a un eventual resultado, porque nadie tiene nada ganado o perdido de antemano.
En el país austral el voto es voluntario, la abstención es tradicionalmente elevada y una buena parte de la población está cansada de gobiernos que prometen cambios, pero no los llevan a la práctica.
Pronto, amigos, conoceremos las respuestas.